martes, 7 de mayo de 2013

Vino bíblico


Pregunta:

Algunos cristianos dicen que el vino del que se habla en la escritura era en verdad jugo de uva, porque los procesos de fermentación en los tiempos antiguos no eran muy bueno. ¿Es esto cierto? ¿La Escritura realmente prohíbe beber alcohol?

Respuesta:

La Escritura prohíbe las borracheras, esto es, beber alcohol en exceso (por ejemplo, Ef 5,18) [1]. Sin embargo, es claramente imposible emborracharse a menos que uno beba alcohol. Así, las numerosas descripciones de borracheras serían imprecisas, y la prohibición de las borracheras no tendría sentido, a menos que hubiera alcohol disponible. Dado que el vino es la sustancia específica que se menciona como la usada para ponerse borracho, uno puede concluir razonablemente que el vino de la Escritura, cuando se abusaba de de él, contenía suficiente cantidad de alcohol para causar embriaguez.

De hecho, como se discutirá luego, Juan usa la misma palabra para el vino del milagro de las bodas de Caná (Jn 2,1-11) que usó el autor del Génesis para describir la sustancia con la cual Noé se emborrachó (Gn 9,24). De hecho, la Escritura apoya el uso prudente del vino y, por extensión, a otras bebidas alcohólicas (Jn 2,1-11 y 1Tm 5,23)

Discusión:

Como muchos cristianos se sienten incómodos con el consumo del alcohol, afirman que la Escritura prohíbe el consumo de cualquier bebida alcohólica. Cuando se hace notar que Cristo transformó el agua en vino, ellos aseguran que el “vino” de los tiempos antiguos era de inferior calidad, debido a la falta de buenos procesos de fermentación, que era en esencia jugo de uva que contenía poco o nada de alcohol [2]. Las Escrituras dejan muy en claro que la gente usaba vino con alcohol, a veces de manera pecaminosa: “Noé se dedicó a la labranza y plantó una viña. Bebió del vino, se embriagó y quedó desnudo en medio de su tienda” (Gn 9,20-21). “Ven, vamos a darle vino a nuestro padre, nos acostaremos con él...”(Gn 19,32-36).

Una variante del argumento sostiene que la gente del Antiguo Testamento bebía vino con alcohol, pero ni Cristo ni los Apóstoles lo hicieron así; más bien, Cristo convirtió el agua en jugo de uva en las bodas de Caná, no en vino con alcohol. El problema con este argumento, sin embargo, es la ausencia de evidencia en las Escrituras. La misma palabra es usada para “vino” tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La versión griega del Antiguo Testamento usa la misma palabra para vino (oinou, οἴνου ) en Gn 9,20 que usa Juan en el capítulo 2,1-11. Seguramente si se tratara de dos bebidas diferentes, con alcohol y sin alcohol, la Escritura haría una clara distinción usando distintas palabras. Después de todo, de acuerdo a la tradición protestante, las enseñanzas necesarias para evitar el pecado deben ser claras y obvias para cualquiera que lee la Escritura. ¿Porqué nos confundiría al no hacer una clara distinción entre el vino con alcohol y el jugo de uva, si beber alcohol fuera pecado?[3]

La palabra usada es la palabra normal para vino”, afirma Howard Charles, un profesor protestante de estudios del Nuevo Testamento. “Tanto el griego clásico como los manuscritos antiguos en general emplean otra palabra para jugo de uva. Aunque deseáramos que fuera de otra manera, una exégesis honesta obliga a admitir que en esta ocasión Jesús deliberadamente aumentó la cantidad de vino disponible para consumir en la fiesta.”[4]

Es verdad que Pablo escribió: “Trata de no destruir la obra de Dios por un alimento. Todo lo que se come es puro, ciertamente, pero es malo comer algo dando escándalo. Sería bueno que no comieses carne ni bebieses vino, ni hicieras algo que fuese para tu hermano ocasión de caída o tropiezo” (Rm 14,20-21). Esto no significa que no tengamos permitido beber vino. Significa que no debemos valorar más nuestros placeres que la salvación de otro. Si alguien tiene problema con el vino, deberíamos evitar consumirlo estando con él. Tal vez, por ejemplo, la persona sea alcohólica y estaría tentada a beber contigo si tú bebes. En tales situaciones, debemos evitar ser piedra de tropiezo. Sin embargo, la Escritura describe a Cristo trasformando el agua en vino, y no dice que ese vino no tuviera alcohol.

San Pablo escribe en otro lugar: “También los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino...”(1Tm 3,8). Aquí, la enseñanza auténtica de la Escritura sobre la bebida es evidente. “Beber mucho vino”, esto es, el exceso, es el problema que debe ser evitado. Pablo no dice que los diáconos no deban beber vino. Anteriormente en esta carta, dice que los obispos no deben ser bebedores (1 Tm 3,3), pero no significa que no deban beber nada en absoluto.

Los cristianos concuerdan en que beber vino en exceso es un pecado. De hecho, la Iglesia Católica enseña que embriagarse es pecado, una transgresión que se hace más grave cuando pone en peligro la seguridad de otros. Pero la Escritura y la Tradición concuerdan en que beber moderadamente es aceptable: “No bebas ya agua sola. Toma un poco de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes indisposiciones” (1Tm 5,23)

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[1] Cf. CEC, no. 2290.
[2] No había nada sustancialmente diferente en el proceso de fermentación, que es completamente natural, en el Antiguo o el Nuevo Testamento comparado con la modernidad. El vino y la cerveza se hacen ahora exactamente de la misma manera que se hacía hace miles de años; sólo cosas como los contenedores e ingredientes adicionales han cambiado. El contenido de alcohol del vino y cerveza antiguos cae en el mismo rango de alcohol que los modernos. Es verdad que estas culturas antiguas no destilaban alcohol, pero el vino y la cerveza no son bebidas destiladas.
[3] Este argumento, que dice que el vino del Nuevo Testamento es realmente jugo de uva, es también debilitado por lo que el maestresala dice en Jn 2,10. Claramente el vino en ese periodo de tiempo contenía suficiente cantidad de alcohol que cuando la gente bebía mucho no podían distinguir el vino bueno del vino malo.
[4] Howard H. Charles, Alcohol and the Bible. Scottdale, Penn.: Herald Press, 1981, 16.


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