jueves, 2 de mayo de 2013

Asunción de la Santísima Virgen María


Pregunta:
¿Qué es lo que enseña la Iglesia respecto a la Asunción de la Santísima Virgen María?

Respuesta:

Esta enseñanza está acertadamente sintetizada en el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 974: “La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su cuerpo.

La doctrina de la Asunción de María está firmemente enrizada en la Sagrada Escritura y en la Tradición, y esta enseñanza constante fue infaliblemente definida como dogma de la fe Católica por el Papa Pío XII en 1950.

Discusión:

En un documento titulado Munificentissimus Deus (1950), el Papa Pío XII definió solemnemente el dogma de la Asunción de la siguiente manera:
La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.”

Al definir la Asunción, el Papa Pío XII se refiere a los otros tres dogmas marianos: la Inmaculada Concepción, la Virginidad Perpetua, y su ser Madre de Dios. Esto ilustra el punto de que la Asunción está íntimamente conectada con las otras doctrinas marianas, especialmente su ser Madre de Dios y la Inmaculada Concepción.

Nadie obedece el cuarto mandamiento de honrar al padre y a la madre de manera más plena que Jesús, que es el Hijo de Dios y el Hijo de María. Era,pues, apropiado que Jesús honrara de manera única a su Madre -verdadera Madre de Dios- preservándola de la corrupción de la tumba y glorificando su cuerpo llevándolo al cielo antes de la resurrección final de los cuerpos de todos los demás santos en el día final.

Esta es inclusive una conexión más fuerte entre la Asunción y la Inmaculada Concepción. El versículo clave de la Escritura es Génesis 3,15, en el cual el Señor dice que pondrá enemistad entre Satanás y la mujer, que es identificada como la Madre del Redentor. “Enemistad” significa “oposición total”. Este versículo augura la participación de María en la victoria absoluta de su linaje (Jesús) sobre Satanás.

De acuerdo a San Pablo, las consecuencias de la influencia de Satanás sobre la raza humana son dos: el pecado y la muerte (cf. Rm 5,21; 6,16; 6,23; 8,2; Ga 6,7-8; Hb 2,14-15). Por lo tanto, María, que participó en la victoria de su Hijo sobre Satanás, debería ser salvada del pecado y de la corrupción de la muerte.

Por un favor especial que le fue dado por el Señor y Salvador, María, de hecho, triunfó sobre el pecado en su Inmaculada Concepción. La corrupción del cuerpo es un resultado del pecado original. Debido a que María fue preservada del pecado original en su Inmaculada Concepción, y dado que mantuvo la plenitud de la gracia dada a ella por Dios (cf. Lc 1,28), Nuestra Señora no pudo haber experimentado las consecuencias del pecado original. Así que María también triunfó sobre la corupción corporal por la muerte en su gloriosa Asunción.

La Asunción en la Divina Revelación

En adición a Gn 3,15 hay otros varios pasajes de la escritura que apuntan a la Asunción de Nuestra Señora. Por ejemplo Lc 1,28, dado que su asunción corporal es una consecuencia natural de ser “llena de gracia”. Otros pasajes incluyen Ap 12,1, en el cual la coronación de María implica su asunción corporal, y 1 Co 15,23 y Mt 27,52-53, que respaldan la posibilidad de su asunción corporal. Y finalmente está el Salmo 132,8, que rez así: “¡Levántate, Yahvé, hacia tu reposo, ven con el carca de tu poder!”. María es la nueva Arca de la Alianza, que físicamente llevó la presencia de Dios en su vientre trayendo a Cristo al mundo.

La Asunción también está testimoniada por la sagrada Tradición. Por ejemplo, San Gregorio de Tours escribió: “El Señor mandó que el santo cuerpo [de María] fuera llevado en una nube al Paraíso, donde, reunido con su alma y exaltando con los elegidos, disfruta la dicha de la eternidad que nunca acaba”. La doctrina también fue enseñada explícitamente por Padres de la Iglesia, tales como San Germán de Constantinopla, San Andrés de Creta y San Juan Damasceno.

Hay un adagio que dice “Lex orandi, lex credendi” (la ley del orar es la ley del creer). Esta máxima resume la verdad de que la vida litúrgica del Pueblo de Dios juega un papel importante en preservar y celebrar la fe de la Iglesia. Ya en el siglo VI había fiestas litúrgicas dedicadas a la Asunción de María. Y de hecho, a partir del siglo XIII, la doctrina de la Asunción de María fue enseñada casi unánimemente en oriente y occidente. Y el Rosario, que incluye una década sobre la Asunción, ha sido una parte importante de la piedad católica desde el siglo XIII.

El alcance de la enseñanza Magisterial

Al definir la Asunción como un dogma revelado, el Papa Pío XII no respondió infaliblemente a todas las cuestiones relacionadas al “dónde, cuándo y cómo” de la Asunción. Por ejemplo, no sabemos cuantos años tenía María y con quién estaba en ese momento. Además, el Santo Padre no intentó resolver la controversia de si ella estaba en Éfeso o en Jerusalén, dado que no había ninguna mención de dónde se encontraba en el momento de su Asunción. Adicionalmente, la definición del Papa Pío XII no dijo nada sobre la mediación de María, su realeza u otros privilegios.

De manera significativa, el Papa Pío XII dejó abierta la cuestión de si María “murió”. Noten que la definición usa intencionalmente terminología ambigua: “ cumplido el curso de su vida terrestre”. Algunos sostienen que no murió, porque su Inmaculada Concepción la libró de los efectos del pecado original, incluyendo la muerte. Otros sostienen que habría sido apropiado que ella muriera, para así poder conformarse completamente con Cristo, su Hijo. Así, ella habría aceptado libremente la muerte para asociarse a sí misma con la redención de su Hijo (cf. Lumen Gentium 58). Es importante notar en esta consideración que si María murió antes de ser asunta al cielo, fue de manera voluntaria y no implicó la corrupción corporal que usualmente acompaña a la muerte como consecuencia del pecado original.

¿Porqué es un dogma de la fe?
Es justo preguntar porqué era necesario definir un dogma. Después de todo, la doctrina de la Asunción ya era aceptada al interior de la Iglesia, y, a diferencia de la Inmaculada Concepción antes de que fuera solemnemente definida en 1854 por el Papa Pío IX, la enseñanza de la Asunción nunca fue objeto de controversia.

Sin embargo, siguiendo la definición de la Inmaculada Concepción, el Vaticano recibió millones de peticiones de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos pidiendo que se definiera la Asunción de María. Los Papas sucesores de Pío IX alentaron el movimiento para la definición dogmática. Finalmente, el Papa Pío XII en 1946 envió una carta titulada Deiparae Virginis Mariaea a todos los obispos del mundo en la cual les preguntaba si (a) la enseñanza podía ser propuesta como dogma y (b) si la gente lo deseaba. El resultado fue impactante. De 1232 obispos, 1210 respondieron “sí” a ambas preguntas. Tal unanimidad entre los obispos en lo que respecta a pronunciamientos doctrinales fue algo sin precedentes en la historia de la Iglesia. Así que el principio teológico usado para justificar la proclamación del dogma fue la uniformidad de fe de la Iglesia entera. En este pronunciamiento dogmático, el Santo Padre apeló a la autoridad de la Iglesia para enseñar y a la fe constante de los cristianos para proclamar la Asunción de María como una verdad revelada.

La proclamación solemne de la Palabra de Dios ha sido históricamente ocasión de tremenda alegría y gracia en la Iglesia. Uno puede recordar, por ejemplo, la celebración de los fieles cuando María fue declarada “Madre de Dios” (theotokos) en el Concilio de Éfeso en el año 431o, en los tiempos del Antiguo Testamento, las lágrimas de los israelitas cuando Esdras les lee las palabras de la Ley después de su retorno del exilio (cf. Ne 8,5-12).

Al final de la Munificentissimus Deus, el Papa Pío XII exhorta a los fieles de la siguiente manera: “Tenemos firme confianza de que esta proclamación y definición solemne de la Asunción será de gran provecho para la Humanidad entera, porque dará gloria a la Santísima Trinidad, a la que la Virgen Madre de Dios está ligada por vínculos singulares. Es de esperar, en efecto, que todos los cristianos sean estimulados a una mayor devoción hacia la Madre celestial y que el corazón de todos aquellos que se glorían del nombre cristiano se mueva a desear la unión con el Cuerpo Místico de Jesucristo y el aumento del propio amor hacia Aquella que tiene entrañas maternales para todos los miembros de aquel Cuerpo augusto.Es de esperar, además, que todos aquellos que mediten los gloriosos ejemplos de María se persuadan cada vez más del valor de la vida humana, si está entregada totalmente a la ejecución de la voluntad del Padre Celeste y al bien de los prójimos; que, mientras el materialismo y la corrupción de las costumbres derivadas de él amenazan sumergir toda virtud y hacer estragos de vidas humanas, suscitando guerras, se ponga ante los ojos de todos de modo luminosísimo a qué excelso fin están destinados los cuerpos y las almas; que, en fin, la fe en la Asunción corporal de María al cielo haga más firme y más activa la fe en nuestra resurrección.”


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