Pregunta:
¿Qué
es lo que enseña la Iglesia respecto a la Asunción de la Santísima
Virgen María?
Respuesta:
Esta
enseñanza está acertadamente sintetizada en el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 974: “La
Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue
llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella
participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando
la resurrección de todos los miembros de su cuerpo.”
La
doctrina de la Asunción de María está firmemente enrizada en la
Sagrada Escritura y en la Tradición, y esta enseñanza constante fue
infaliblemente definida como dogma de la fe Católica por el Papa Pío
XII en 1950.
Discusión:
En
un documento titulado Munificentissimus
Deus (1950),
el Papa Pío XII definió solemnemente el dogma de la Asunción de la
siguiente manera:
“La
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de
su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
celestial.”
Al definir la Asunción,
el Papa Pío XII se refiere a los otros tres dogmas marianos: la
Inmaculada Concepción, la Virginidad Perpetua, y su ser Madre de
Dios. Esto ilustra el punto de que la Asunción está íntimamente conectada con las otras doctrinas marianas, especialmente su ser Madre
de Dios y la Inmaculada Concepción.
Nadie obedece el cuarto
mandamiento de honrar al padre y a la madre de manera más plena que
Jesús, que es el Hijo de Dios y el Hijo de María. Era,pues,
apropiado que Jesús honrara de manera única a su Madre -verdadera
Madre de Dios- preservándola de la corrupción de la tumba y glorificando su cuerpo llevándolo al cielo antes de la resurrección
final de los cuerpos de todos los demás santos en el día final.
Esta es inclusive una
conexión más fuerte entre la Asunción y la Inmaculada Concepción.
El versículo clave de la Escritura es Génesis 3,15, en el cual el
Señor dice que pondrá enemistad entre Satanás y la mujer, que es
identificada como la Madre del Redentor. “Enemistad” significa
“oposición total”. Este versículo augura la participación de
María en la victoria absoluta de su linaje (Jesús) sobre Satanás.
De acuerdo a San Pablo,
las consecuencias de la influencia de Satanás sobre la raza humana
son dos: el pecado y la muerte (cf. Rm 5,21; 6,16; 6,23; 8,2; Ga
6,7-8; Hb 2,14-15). Por lo tanto, María, que participó en la
victoria de su Hijo sobre Satanás, debería ser salvada del pecado y
de la corrupción de la muerte.
Por un favor especial que
le fue dado por el Señor y Salvador, María, de hecho, triunfó
sobre el pecado en su Inmaculada Concepción. La corrupción del
cuerpo es un resultado del pecado original. Debido a que María fue
preservada del pecado original en su Inmaculada Concepción, y dado
que mantuvo la plenitud de la gracia dada a ella por Dios (cf. Lc
1,28), Nuestra Señora no pudo haber experimentado las consecuencias
del pecado original. Así que María también triunfó sobre la
corupción corporal por la muerte en su gloriosa Asunción.
La
Asunción en la Divina Revelación
En
adición a Gn 3,15 hay otros varios pasajes de la escritura que
apuntan a la Asunción de Nuestra Señora. Por ejemplo Lc 1,28, dado
que su asunción corporal es una consecuencia natural de ser “llena
de gracia”. Otros pasajes incluyen Ap 12,1, en el cual la
coronación de María implica su asunción corporal, y 1 Co 15,23 y
Mt 27,52-53, que respaldan la posibilidad de su asunción corporal. Y
finalmente está el Salmo 132,8, que rez así: “¡Levántate,
Yahvé, hacia tu reposo, ven con el carca de tu poder!”. María es
la nueva Arca de la Alianza, que físicamente llevó la presencia de
Dios en su vientre trayendo a Cristo al mundo.
La
Asunción también está testimoniada por la sagrada Tradición. Por
ejemplo, San Gregorio de Tours escribió: “El Señor mandó que el
santo cuerpo [de María] fuera llevado en una nube al Paraíso,
donde, reunido con su alma y exaltando con los elegidos, disfruta la
dicha de la eternidad que nunca acaba”. La doctrina también fue
enseñada explícitamente por Padres de la Iglesia, tales como San
Germán de Constantinopla, San Andrés de Creta y San Juan Damasceno.
Hay un adagio que dice
“Lex orandi, lex credendi” (la ley del orar es la ley del creer).
Esta máxima resume la verdad de que la vida litúrgica del Pueblo de
Dios juega un papel importante en preservar y celebrar la fe de la
Iglesia. Ya en el siglo VI había fiestas litúrgicas dedicadas a la
Asunción de María. Y de hecho, a partir del siglo XIII, la doctrina
de la Asunción de María fue enseñada casi unánimemente en oriente
y occidente. Y el Rosario, que incluye una década sobre la Asunción,
ha sido una parte importante de la piedad católica desde el siglo
XIII.
El
alcance de la enseñanza Magisterial
Al
definir la Asunción como un dogma revelado, el Papa Pío XII no
respondió infaliblemente a todas las cuestiones relacionadas al
“dónde, cuándo y cómo” de la Asunción. Por ejemplo, no
sabemos cuantos años tenía María y con quién estaba en ese
momento. Además, el Santo Padre no intentó resolver la controversia
de si ella estaba en Éfeso o en Jerusalén, dado que no había
ninguna mención de dónde se encontraba en el momento de su
Asunción. Adicionalmente, la definición del Papa Pío XII no dijo
nada sobre la mediación de María, su realeza u otros privilegios.
De manera significativa,
el Papa Pío XII dejó abierta la cuestión de si María “murió”.
Noten que la definición usa intencionalmente terminología ambigua:
“ cumplido el curso de su vida terrestre”. Algunos sostienen que
no murió, porque su Inmaculada Concepción la libró de los efectos
del pecado original, incluyendo la muerte. Otros sostienen que habría
sido apropiado que ella muriera, para así poder conformarse
completamente con Cristo, su Hijo. Así, ella habría aceptado
libremente la muerte para asociarse a sí misma con la redención de
su Hijo (cf. Lumen Gentium 58). Es importante notar en esta
consideración que si María murió antes de ser asunta al cielo, fue
de manera voluntaria y no implicó la corrupción corporal que
usualmente acompaña a la muerte como consecuencia del pecado
original.
¿Porqué
es un dogma de la fe?
Es
justo preguntar porqué era necesario definir un dogma. Después de
todo, la doctrina de la Asunción ya era aceptada al interior de la
Iglesia, y, a diferencia de la Inmaculada Concepción antes de que
fuera solemnemente definida en 1854 por el Papa Pío IX, la enseñanza
de la Asunción nunca fue objeto de controversia.
Sin
embargo, siguiendo la definición de la Inmaculada Concepción, el
Vaticano recibió millones de peticiones de obispos, sacerdotes,
religiosos y laicos pidiendo que se definiera la Asunción de María.
Los Papas sucesores de Pío IX alentaron el movimiento para la
definición dogmática. Finalmente, el Papa Pío XII en 1946 envió
una carta titulada Deiparae
Virginis Mariaea a
todos los obispos del mundo en la cual les preguntaba si (a) la
enseñanza podía ser propuesta como dogma y (b) si la gente lo
deseaba. El resultado fue impactante. De 1232 obispos, 1210
respondieron “sí” a ambas preguntas. Tal unanimidad entre los
obispos en lo que respecta a pronunciamientos doctrinales fue algo sin
precedentes en la historia de la Iglesia. Así que el principio
teológico usado para justificar la proclamación del dogma fue la
uniformidad de fe de la Iglesia entera. En este pronunciamiento
dogmático, el Santo Padre apeló a la autoridad de la Iglesia para
enseñar y a la fe constante de los cristianos para proclamar la
Asunción de María como una verdad revelada.
La
proclamación solemne de la Palabra de Dios ha sido históricamente
ocasión de tremenda alegría y gracia en la Iglesia. Uno puede
recordar, por ejemplo, la celebración de los fieles cuando María
fue declarada “Madre de Dios” (theotokos) en el Concilio de Éfeso
en el año 431o, en los tiempos del Antiguo Testamento, las lágrimas
de los israelitas cuando Esdras les lee las palabras de la Ley
después de su retorno del exilio (cf. Ne 8,5-12).
Al
final de la Munificentissimus
Deus, el
Papa Pío XII exhorta a los fieles de la siguiente manera: “Tenemos
firme confianza de que esta proclamación y definición solemne de la
Asunción será de gran provecho para la Humanidad entera, porque
dará gloria a la Santísima Trinidad, a la que la Virgen Madre de
Dios está ligada por vínculos singulares. Es de esperar, en efecto,
que todos los cristianos sean estimulados a una mayor devoción hacia
la Madre celestial y que el corazón de todos aquellos que se glorían
del nombre cristiano se mueva a desear la unión con el Cuerpo
Místico de Jesucristo y el aumento del propio amor hacia Aquella que
tiene entrañas maternales para todos los miembros de aquel Cuerpo
augusto.Es de esperar, además, que todos aquellos que mediten los
gloriosos ejemplos de María se persuadan cada vez más del valor de
la vida humana, si está entregada totalmente a la ejecución de la
voluntad del Padre Celeste y al bien de los prójimos; que, mientras
el materialismo y la corrupción de las costumbres derivadas de él
amenazan sumergir toda virtud y hacer estragos de vidas humanas,
suscitando guerras, se ponga ante los ojos de todos de modo
luminosísimo a qué excelso fin están destinados los cuerpos y las
almas; que, en fin, la fe en la Asunción corporal de María al cielo
haga más firme y más activa la fe en nuestra resurrección.”
Tomado y traducido de: http://www.cuf.org/2004/04/assumption-of-the-blessed-virgin-mary/
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