sábado, 18 de mayo de 2013

Juan, el discípulo amado y autor del cuarto Evangelio


Pregunta:
¿Es el Apóstol Juan el discípulo amado y autor del cuarto Evangelio?

Respuesta:

. La Iglesia, a la cual se le ha encomendado exclusivamente la tarea de interpretar la Palabra de Dios escrita y hablada, ha mantenido consistentemente su enseñanza en estos temas. [1]

Discusión:

Algunos eruditos de la Biblia dicen que Juan el Apóstol no es ni el discípulo amado ni el autor del cuarto Evangelio. También cuestionan incluso si podemos aceptar los Evangelios como narraciones históricamente genuinas, particularmente el Evangelio de Juan. Por ejemplo, algunos cuestionan si el autor del Evangelio estaba realmente en la cruz durante la crucifixión (Jn 19,35; 21,21-24), o si esto fue un embellecimiento literario tardío por el escritor del Evangelio o la comunidad cristiana.

El cuarto Evangelio: ¿Estamos tratando siquiera con historia?

En la encíclica Spiritus Paraclitus, un documento sobre los estudios bíblicos que conmemora el 1500 aniversario de la muerte de San Jerónimo, el Papa Benedicto XV se dirigió a aquellos que niegan la historicidad de los Evangelios:

Lo que Nuestro Señor Jesucristo dijo e hizo piensan que no ha llegado hasta nosotros íntegro y sin cambios, como escrito religiosamente para testigos de vista y oído, sino que—especialmente por lo que al cuarto Evangelio se refiere—en parte proviene de los evangelistas, que inventaron y añadieron muchas cosas por su cuenta, y en parte son referencias de los fieles de la generación posterior; y que, por lo tanto, se contienen en un mismo cauce aguas procedentes de dos fuentes distintas que por ningún indicio cierto se pueden distinguir entre sí.”[2]
En respuesta a estas críticas, el Papa Benedicto notó que tanto San Agustín como San Jerónimo afirmaban la fiabilidad histórica de los Evangelios.«A nadie le quepa duda de que han sucedido realmente las cosas que han sido escritas», escribió San Jerónimo [3]. Por su parte, el Papa cita Jn 19,35: “el que vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis” [4]. El autor del Evangelio escribe esto inmediatamente después de su narración de la crucifixión de Cristo, una narración que hace notar que el discípulo a quien amaba estaba al pie de la cruz con María la Madre de Jesús (Jn 19,26).
El Evangelio de Juan en otro lugar provee detalles que indican una narración histórica de un testigo presencial, incluyendo que las tinajas fueron llenadas hasta arriba en las bodas de Caná (Jn 2,7); que los panes usados en la multiplicación cerca del Mar de Galilea estaban hechos de cebada (Jn 6,9); y que la fragancia del perfume que María usó para ungir los pies de Jesús lleno la casa con su olor (Jn 12,3).
En busca del discípulo amado

El autor de Juan provee detalles clave en el capítulo 21 para ayudarnos a reducir el número de candidatos para el discípulo amado. El autor escribe que él es el discípulo amado (Jn 21,20-24). En este pasaje también hace notar que Pedro no es el discípulo amado, y que el discípulo amado “durante la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?”. (Jn 21,20; cf. 13, 23-25). Por esta narración, sabemos que el discípulo amado estaba en la Última Cena.

De los Evangelios de Marcos (14,17-26) y Mateo (26, 20-30), sabemos que sólo los 12 Apóstoles estaban con Jesús en la Última Cena. Incluso Lucas 22,14 dice que sólo “ los apóstoles” se reunieron con Jesús para la Última Cena, y no otros discípulos.

Con las posibilidades reducidas a los apóstoles, podemos eliminar inmediatamente no sólo a Pedro sino también a Judas. Podríamos también concluir razonablemente que el discípulo amado tendría una relación cualitativamente diferente con Jesús que muchos de los otros discípulos, por ejemplo, podríamos esperar una colaboración más cercana entre él y el Señor. Bajo este punto de vista, descubrimos que tres apóstoles (Pedro, Juan y su hermano Santiago) pasaban más tiempo con Cristo que los otros. Jesús escoge a este trío para acompañarlo a la sanación de la hija de Jairo (Mc 5,22-24; 35-43); al monte de la Transfiguración (Mc 9,2-10); y al Huerto de Getsemaní la noche del Jueves Santo (Mc 14,32-33). Además, en Jn 1,14, el autor del Evangelio hace notar que “hemos contemplado su gloria”, una referencia tal vez no sólo de haberlo visto resucitado, sino también de haber presenciado su gloriosa Transfiguración, algo que solamente Pedro, Santiago y Juan vieron.

¿Santiago o Juan?

Dado que Pedro es distinguido del discípulo amado, reducimos las posibilidades a los “hijos del trueno” (Mc 3,17), Santiago y Juan. Los eruditos de la Biblia sitúan el escrito de Juan en algún momento entre finales de la década de los 60 y la primera década el siglo II. Cualquier año en ese periodo de tiempo excluiría necesariamente a Santiago, a quien Herodes Agripa mandó matar (Hch 12,2) durante su reino a principios de la década de los 40.

Esto nos deja con Juan el Apóstol como la única opción plausible para ser el discípulo amado. La Biblia no indica a nadie más y la Iglesia primitiva solamente propone a Juan como el autor del Evangelio y, por lo tanto, el discípulo amado. Por ejemplo, en Contra los herejes, San Ireneo de Lyon escribe acerca de los autores de los Evangelios, notando que después de que Lucas escribió su Evangelio, “Juan, el discípulo del Señor que se había recostado sobre su pecho, redactó el Evangelio cuando residía en Éfeso.” [5]

Finalmente, en Mayo de 1907, la Pontificia Comisión Bíblica hizo una declaración sobre el asunto, afirmando que “prescindiendo del argumento teológico, por tan sólido argumento histórico se demuestra que debe reconocerse por autor del cuarto Evangelio a Juan Apóstol y no a otro, de suerte que, las razones de los críticos aducidas en contra, no debilitan en modo alguno esta tradición.”[6] Es importante notar que la Pontificia Comisión Bíblica tenía estatus Magisterial [7] en la época de la respuesta de 1907. Al afirmar que el discípulo amado es autor del cuarto Evangelio, el Papa Benedicto implícitamente apoya la afirmación de la Comisión Bíblica de que Juan es el autor del cuarto Evangelio y, por lo tanto, el discípulo amado.

Algunos eruditos de la Biblia siguen diciendo que el discípulo amado no puede ser Juan debido a la profecía de Za 13,7: “¡Hiere al pastor, que se dispersen las ovejas...”. Después de la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos que esta profecía sería cumplida la misma noche del Jueves Santo: “Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Más después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea” (Mt 26,31-32)

Algunos eruditos argumentan que, si los apóstoles cayeron o abandonaron a Jesús para cumplir Za 13,7(Mt 26,56), ninguno de ellos podría haber estado ahí para quedarse al pie de la cruz de nuestro Señor. Sin embargo, que los discípulos se dispersaran no excluye que algunos de ellos hubieran regresado más tarde. Tiempo después, se describe a Pedro siguiendo a Cristo “de lejos” (Mc 14,54). Además, Jn 18,15 identifica otro discípulo cerca de Cristo después de la dispersión, uno “conocido del Sumo Sacerdote”, que “entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta”. Este otro discípulo era probablemente el Apóstol Juan. En su Historia Eclesiástica, el eminente historiador temprano de la Iglesia notó que Juan venía de una familia sacerdotal. Además, el autor del cuarto Evangelio demuestra un extenso conocimiento de la liturgia judía y de Jerusalén, la ciudad en la que la liturgia judía tomaba lugar [8]. Finalmente, el discípulo amado no sólo estaba al pie de la cruz sino que tenía que ser uno de los 12 apóstoles.

Conclusión

Cuando la misma Biblia o sus libros particulares y pasajes son puestos en duda, volteamos a ver a la Iglesia Católica que Jesucristo fundó. Él encomendó a la Iglesia la tarea de enseñar todo lo que Cristo había mandado. Estableció la Iglesia como pilar y fundamento de la verdad. Es a la autoridad de enseñanza de la Iglesia Católica, al Papa y los obispos en comunión con él, a quienes solamente se les ha dado la autoridad de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, ya sea de forma escrita en la Biblia o traída por medio de la Tradición. Al someternos a la Iglesia, demostramos fe en Cristo, que prometió estar con su Iglesia hasta el final de los tiempos.

La Iglesia claramente enseña que los evangelios son históricamente verdaderos y que el discípulo amado estaba al pie de la cruz en la crucifixión. No deberíamos sorprendernos de que tal discípulo amado estuviera con Cristo en sus momentos de mayor tribulación. Tal es la naturaleza del amor verdadero.

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[1] CEC, no. 85.
[2] Benedicto XV, Spiritus Paraclitus, no. 28.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] San Ireneo, Contra los herejes, Libro III, 1, 1
[6] Denziger. Respuestas de la Comisión Bíblica, de 29 de mayo de 1907
[7] Estatus Magisterial indica que el Papa ha designado oficialmente a la Pontificia Comisión Bíblica para ayudar a proclamar oficialmente las enseñanzas de la Iglesia. En 1971, sin embargo, el Papa Pablo VI puso a la Comisión bajo la dirección de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF). La CDF mantiene este estatus Magisterial.
[8] Eusebio, Historia Eclesiástica, Libro III, 31, 3.

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