sábado, 11 de mayo de 2013

¿Porqué los católicos tienen 7 libros más en la Biblia?


Pregunta:

Las Biblias católicas tienen 7 libros más en el Antiguo Testamento (46) que las Biblias protestantes (39). Los católicos se refieren a estos siete libros como “deuterocanónicos” [1] (segundo canon), mientras que los protestantes se refieren a ellos como “apócrifos”, un término usado de manera peyorativa para describir libros no canónicos. Los protestantes también tienen versiones más cortas de Daniel y Ester. ¿Porqué hay diferencias?

Respuesta:

Las Biblias católicas contienen todos los libros que han sido tradicionalmente aceptados por los cristianos desde los tiempos de Jesús. Las Biblias protestantes contienen esos libros a excepción de los rechazados por los reformadores protestantes en el siglo XVI. La razón principal por la que los protestantes rechazaron estos libros fue porque no sustentaban las doctrinas protestantes, por ejemplo, el segundo libro de los Macabeos apoya las oraciones por los difuntos [2]. El término “canon” significa regla o precepto, y en este contexto se refiere a “cuales libros pertenecen a la Biblia, y cuales no”

El Antiguo Testamento católico sigue el canon alejandrino de la Septuaginta [3], el Antiguo Testamento que fue traducido al griego alrededor del año 250 A.C. Los reformadores protestantes siguen el canon palestino [4] de la Escritura (39 libros), que no fue reconocido oficialmente por los judíos hasta alrededor del año 100 de nuestra era.

Discusión:

Antes del tiempo de Jesús, los judíos no tenían definido un canon universal de la Escritura. Algunos grupos de judíos usaban solamente los 5 primeros libros del Antiguo Testamento (el Pentateuco); algunos usaban sólo el canon palestino (39 libros); algunos usaban el canon alejandrino (46 libros), y algunos, como la comunidad del Mar Muerto, usaban estos y más. Los canones palestino y alejandrino eran más normativos que otros, teniendo amplia aceptación entre los judíos ortodoxos, pero para los judíos no había un canon definido universalmente para excluir o incluir los “deuterocanónicos” hasta el año 100 D.C.

Los Apóstoles enviados por Jesús [5], sin embargo, usaban la Septuaginta (el Antiguo Testamento en griego que contenía el canon alejandrino) la mayoría del tiempo y debieron haber aceptado el canon alejandrino. Por ejemplo, 86% de las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento vienen directamente de la Septuaginta, por no mencionar las numerosas referencias lingüísticas. Hch 7 provee una pieza de evidencia interesante que justifica el uso apostólico de la Septuaginta. En Hch 7,14 San Esteban dice que Jacob vino a José con 75 personas. La versión masorética hebrea de Gn 46,27 dice “70”, mientras que la Septuaginta dice “75”, el número que usó Esteban. Siguiendo el ejemplo de los Apóstoles, Esteban claramente usó la Septuaginta. (También sabemos de otros documentos cristianos antiguos, como la Didajé [6] y la carta del Papa San Clemente a los Corintios, que los sucesores de los Apóstoles no solamente usaban la Septuaginta, sino que citaban de todos los libros en el canon Alejandrino como la Palabra de Dios).

No hay una “tabla de contenidos” divinamente inspirada para Biblia, por lo tanto, los cristianos necesitan una autoridad, como la Iglesia infalible establecida por Cristo, para discernir cuales libros son los divinamente inspirados (de hecho, incluso aunque hubiera tal “tabla de contenidos”, necesitaríamos una autoridad que nos dijera si la lista es inspirada). Incluso muchos protestantes evangélicos eruditos de la Biblia admiten esto:

Mientras que sabemos que en tiempos de Jesús había diferentes canones del Antiguo Testamento porque el proceso canónico no estaba todavía completo, la verdad gloriosa es que Dios ha invitado a los humanos a ser socios en reunir las Escrituras. Pienso que las implicaciones son que no puedes tener Escritura sin la comunidad de fe (en otras palabras, la Iglesia). No es simplemente una revelación privada. Dios nos da la Escritura, pero luego la Iglesia, bajo la guía de Dios, debe elegir lo que está dentro y lo que está fuera”[7]

¿Entonces porqué los judíos no aceptan el canon alejandrino? Ellos siguen a sus predecesores que, alrededor del año 100 D.C., decidieron que la Septuaginta, que seguía el canon alejandrino, tenía al menos dos problemas: Primero, estaba escrito en griego, que después de la destrucción de Jerusalén era “no judío” o incluso “antijudío” [8]. Segundo, los cristianos, siguiendo la guía de sus líderes apostólicos, usaban ampliamente la Septuaginta, especialmente en apologética para con los judíos; así, los judíos no cristianos querían negar el valor de algunos de sus libros, tales como el libro de la Sabiduría, que contiene una profunda profecía de la muerte de Cristo.

En palabras del protestante erudito en la Septuaginta Sir Lancelot Benton:
La veneración con la que los judíos habían tratado ésta [la Septuaginta] (como se muestra en el caso de Filón y Flavio Josefo), dio lugar a sentimientos encontrados cuando descubrieron cómo podía ser utilizada en su contra: por lo tanto condenaron la versión, y buscaron privarla de cualquier autoridad”[9].

¿Cuáles son los argumentos clásicos protestantes contra los libros deuterocanónicos? Su mayor objeción es que los deuterocanónicos contienen doctrinas y prácticas, tales como la doctrina del purgatorio y las oraciones por los difuntos, que son irreconciliables con la Escritura auténtica. Esta objeción, por supuesto, esquiva la cuestión. Si los deuterocanónicos son Escritura inspirada, entonces estas doctrinas y prácticas no se oponen a la Escritura sino que son parte de la Escritura. Otra objeción es que los libros deuterocanónicos no contienen nada profético. Esto se demuestra claramente falso comparando Sb 1,16-2,1 y 2,12-24 con la pasión de Cristo según Mateo, especialmente Mt 27,40-43.

Varios protestantes también argumentan que, debido a que ni Jesús ni sus Apóstoles citaron de los deuterocanónicos, deberían dejarse fuera de la Biblia. Esta afirmación ignora que ni Jesús ni sus apóstoles citan del Eclesiastés, Ester o el Cantar de los Cantares, ni los mencionan en el Nuevo Testamento; aun así los protestantes aceptan estos libros. Además, el Nuevo Testamento cita y se refiere a muchos libros no canónicos, como la poesía pagana citada por Pablo y las historias judías referidas por Judas, que ni los protestantes ni los católicos aceptan como Escritura. Claramente el ser citado en el Nuevo Testamento, o la falta de ello, no puede ser un indicador confiable de la canonicidad del Antiguo Testamento. (Esto también esquiva la cuestión de cuales libros pertenecen al Nuevo Testamento y cuales no).

Otros protestantes argumentan que los judíos de hoy no aceptan los deuteroncanónicos. Esta objeción es problemática por dos razones. La primera es el porqué los judíos rechazan esos libros (leer más arriba). Estos libros son rechazados por los judíos en base a su antagonismo con el cristianismo, algo que los protestantes no deberían apoyar. El segundo problema es: ¿Porqué deberían los cristianos aceptar la autoridad de no cristianos posterior al establecimiento de la Iglesia en lugar de la autoridad de los Apóstoles de la Iglesia que Cristo fundó? ¿Fundaría Dios una Iglesia y luego la dejaría caer en grave error acerca del canon del Antiguo Testamento? Esta es una posición insostenible para cualquier cristiano.

Otros apuntan al “rechazo” de San Jerónimo de los deuterocanónicos. Mientras que Jerónimo era originalmente receloso de los libros “extra” del Antiguo Testamento, que él sólo conocía en griego, aceptó plenamente el juicio de la Iglesia sobre el asunto, como se muestra en una carta escrita en el año 402:

¿Qué pecado he cometido si sigo el juicio de las iglesias?...No estaba relatando mi personal punto de vista [cuando escribí las objeciones de los judíos a la forma larga de Daniel en mi traducción], sino las observaciones que los judíos están acostumbrados a hacer contra nosotros. (Contra Rufino, 11:33).[10]

Recuerden que los protestantes rechazan la versión alejandrina de Daniel, que es más larga; San Jerónimo no lo hizo.

Algunos protestantes afirman que la Iglesia no definió con autoridad el canon de la Escritura hasta el Concilio de Trento y, dado que el Concilio fue una reacción a la Reforma, los deuterocanónicos pueden ser considerados una “adición” al canon cristiano original. Esto también es incorrecto. Los Concilios regionales la Iglesia antigua había enumerado los libros de la Biblia varias veces antes de la Reforma, siempre manteniendo el canon católico actual. Ejemplos incluyen el Concilio de Roma (382), el Concilio de Hipona (393), y el tercero y cuarto Concilio de Cartago (397,418). Todos ellos afirmaron el canon católico como lo conocemos hoy, mientras que ninguno afirmó el canon protestante.

Este mismo canon también tuvo el apoyo total de importantes Padres de la Iglesia como San Agustín. En el año 405, el Papa Inocencio enseñó también el canon en una carta a Exuperio, obispo de Toulouse, el mismo año que San Jerónimo completó la traducción Vulgata Latina bajo pedido de los Papas. Mil años más tarde, al buscar reunirse con los coptos, la Iglesia afirmó el mismo canon en el Concilio ecuménico [11] de Florencia en 1442. Cuando el canon se volvió un tema serio después de la Reforma Protestante en el siglo XVI, el Concilio de Trento definió dogmáticamente lo que la Iglesia había enseñado constantemente por más de 1,000 años.

R.C. Sproul, un prominente teólogo protestante, afirma que debemos aceptar la Biblia como una “colección falible de libros infalibles”, y muchos protestantes encuentran atractiva esta idea. Hay serios problemas con esta posición. El mayor problema es este: Mientras que afirma que los libros infalibles existen en algún lugar en el mundo, esta afirmación implica que no podemos tener garantía de que todos, o incluso alguno, de esos libros infalibles estén en las Biblias que usan los cristianos. Si la colección es falible, el contenido no es necesariamente el de los libros que son infalibles. ¿Cómo podemos saber, entonces, que el Evangelio de Juan, que todos los cristianos aceptan, es legítimamente parte de la Escritura, mientras que el llamado Evangelio de Tomás, que todos los cristianos rechazan no lo es? La afirmación de Sproul apunta a la necesidad de una autoridad fuera de la Biblia para poder tener una colección infalible de libros infalibles.Es contradictorio creer que en la infalibilidad de la Biblia y la confiablidad de su canon sin creer en la infalibilidad de la Iglesia.

Para responder a la pregunta “¿quién decidió qué libros van en la Biblia?” debemos reconocer la autoridad de la Iglesia que Cristo fundó, la Iglesia que ha discernido infaliblemente con la guía de Dios cuales libros pertenecían y cuales no. Esto significa reconocer que el Antiguo Testamento más largo es el correcto.

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[1] Los 7 libros deuterocanónicos son Tobías, Judith, Sabiduría, Sirácides (Eclesiástico), Baruc, y 1 y 2 de Macabeos.
[2] Por razones similares, Martín Lutero rechazó la canonicidad de la Carta de Santiago en el Nuevo Testamento. Sin embargo, sus colegas protestantes incluyeron a Santiago.
[3] La Septuginta se abrevia a menudo como “LXX.”
[4] El canon palestino es llamado a veces “masorético” porque los rabinos medievales eran llamados “masoretas”.
[5] Cf. Mt. 28,19-20; 1 Tim 3,15.
[6] La Didajé es un documento del primer siglo que contiene enseñanzas de los Apóstoles de Cristo.
[7] Dr. Peter Flint, un teólogo Protestante Evangélico que obtuvo su doctorado en la Universidad de Notre Dame, citado en Christianity Today, Octubre 6, 1997.
[8] Los eruditos saben ahora, basándose en evidencia de los rollos del Mar Muerto, que algunos libros deuterocanónicos existían previamente en hebreo. Los judíos del año 100 no sabían esto.
[9] Sir Lancelot C. L. Benton, Introduction to The Septuagint With Apocrypha, Hendrickson Publishers, 1997.
[10] Además, la versión Vulgata Latina de la Biblia, que San Jerónimo terminó alrededor del año 406, incluía los deuterocanónicos.
[11] El término ecuménico significa literalmente “universal”, queriendo decir que un concilio es ecuménico cuando el colegio de obispos de todo el mundo se tienen un encuentro en unión con el Papa.

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