Pregunta:
¿Qué
fue la Inquisición?
Respuesta:
La
Inquisición fue un procedimiento judicial usado en las cortes
medievales de Europa.
Discusión:
Antes
de discutir sobre las cortes de la Inquisición es importante tener
un entendimiento de la historia y del contexto de estas cortes. Es
también de ayuda no aproximarse al tema como si nunca nadie hubiera
abusado del sistema o como si el sistema no hubiera necesitado
mejora. La Iglesia y su fe son distintas de un procedimiento de las
cortes, algunos aspectos de los procesos inquisitoriales son
condenados por la Iglesia. Uno no necesita necesariamente defender el
procedimiento legal para defender a la Iglesia.
Nunca
hubo una sola inquisición a la cual el término “La Inquisición”
pudiera aplicarse [1]. Todas las cortes en Europa en la era medieval
eran inquisitoriales, independientemente de si eran civiles (del
estado) o eclesiales (de la Iglesia). Así que si tú vivías en
París, la Arquidiócesis de París podía tener una inquisición y
la ciudad de París y/o el país de Francia podían tener una
inquisición separada. El proceso inquisitorial de juicio fue
derivado de leyes y procedimientos antiguos romanos y pre-cristianos,
y no había otra forma de proceso judicial en Europa en ese momento.
Todas las personas acusadas de algún crimen eran procesados por
inquisición.
Procedimiento
Inquisitorial
Las
cortes inquisitoriales eran gobernadas, justo como las cortes
modernas lo son, por normas de procedimiento estrictas. Las leyes y
manuales para los inquisidores eran emitidos por las autoridades
civiles o eclesiásticas para autorizar y limitar todos los
procesos. Había protocolos y protecciones rigurosamente definidos
para los acusados. Registros detallados de evidencia, testimonios,
juicios, castigos y otros actos de la corte tenían que guardarse, al
igual que en nuestros días. Una premisa básica de las cortes
inquisitoriales era que nadie podía ser condenado sin plena prueba.
En contraste, los sistemas legales comunes de los Estados Unidos
requiere prueba “más allá de duda razonable” para que los
criminales sean condenados. Esto no es prueba plena y en ocasiones
permite condenas equivocadas. Sin embargo, para la mente medieval,
cualquier cosa que careciera de plena prueba no tenía suficiente
evidencia para condenar.
Había
dos formas de “plena prueba” bajo las cuales podían los hombres
ser condenados. La primera era la confesión del crimen; la segunda
era el testimonio independiente de testigos visuales. Ninguna otra
cosa era considerada “plena prueba” y ninguna cantidad de
evidencia podría añadir algo a la “plena prueba”[2]. Por
ejemplo, si yo escuchara un disparo en una casa y entrara en ella y
encontrara que:
- El Sr. López está sosteniendo un arma humeante
- El Sr. López está sobre un cadáver.
- Indicios de forcejeo específicamente entre el Sr. López y el difunto
- El Sr. López no tenía coartada
- El Sr. López tenía un fuerte y muy conocido motivo
- El Sr. López estaba actuando anormalmente como si sintiera culpa
- El Sr. López no podría ser condenado bajo esa evidencia mientras no confesara y no hubiera testigos visuales del asesinato.
Sin
la “plena prueba” la corte estaba forzada a tomar una difícil decisión El acusado podría ser exonerado por falta de evidencia,
lo que era común. Si, sin embargo, la corte creía que el acusado
era probablemente culpable (dada la cantidad o calidad de evidencia),
podrían decidir buscar una confesión a través del uso controlado
de dolor físico. Ninguna confesión sería considerada válida si,
sin embargo, no fuera repetida después libremente sin la presión del
dolor [3]. La sensibilidad moderna, por supuesto, siente repulsión
por esto. Infligir un dolor para sacar una confesión del acusado es
considerado bárbaro e innecesariamente cruel. Por otro lado, debemos
recordar que nuestros propios procedimientos judiciales podrían
parecer crueles y bárbaros a los inquisidores medievales. Condenar a
un hombre con evidencia que no llega a la “plena prueba” sería
percibido como extremadamente injusto.
¿Cómo
funcionaban los procedimientos inquisitoriales? Un ciudadano podía
acusar a otro ciudadano de un crimen Si había evidencia de un crimen el acusado sería llamado y la corte preguntaría si tenía
algo que confesar antes de que fuera formalmente acusado. Si el
hombre estaba acusado de un crimen tendría permitida la oportunidad
de confesar. Si no confesaba, los testigos eran llamados. So los
testigos oculares demostraban su culpa, era condenado. Si no había
testigos visuales, pero había suficiente evidencia para llevar a la
corte a creer que el hombre probablemente había cometido el delito,
la corte ordenaría la aplicación de una tortura. Si el hombre
confesaba estando bajo tortura, se le daba atención adecuada y luego
se le pedía que confesara sin el miedo o el dolor. Si confesaba era
condenado. Si no lo hacía no era condenado.
El problema de la
herejía
En tiempos antiguos, la
herejía obstinada [4] era usualmente manejada con simple excomunión
y evitación del hereje. Al ir creciendo la Iglesia y al recibir el
cristianismo protección contra la persecución, los grupos heréticos
se volvieron más grandes y organizados. También se volvieron más
peligrosos. La herejía obstinada ponía en peligro el alma
individual, la pureza de la fe y la seguridad de la comunidad. En
estos tiempos la gente iría literalmente a la guerra por diferencias
teológicas sutiles, así que la herejía no era un problema meramente
teórico. Algunos herejes eran violentos, y la oposición secular
a la herejía era a menudo más fuerte que la oposición oficial de
la Iglesia. [5]
Debido
a los actos, a veces violentos, de las autoridades seculares, algunas
de las autoridades de la Iglesia creyeron necesario encontrar maneras
de:
a)
Persuadir a los herejes para que se reconciliaran con la Iglesia,o
b)Cuando
la persuasión fallara, forzar a los herejes, a través de medidas
disciplinares, a que se reconciliaran con la Iglesia con el fin de
proteger a la comunidad [6].
Si
la Iglesia no tomaba estas precauciones, ellos creían que las calles
se desbordarían de sangre.
Para hacer el problema
más complicado, en la era medieval la mayoría de los pueblos
europeos eran considerados predominantemente católicos y gobernados
por católicos. El Catolicismo era la religión del estado de muchos
países por decreto del rey, y la herejía obstinada era considerada
un crimen contra el estado (traición). Esta era una decisión de
estado en la cual desafortunadamente la Iglesia jugó un papel mínimo
o nulo [7]. La actitud tomada por la Iglesia en la cual el objetivo
principal era devolver a los herejes a la fe cristiana no fue muy
frecuentemente compartida por el estado. Los reyes consideraban al
Papa como “laxo” porque la Iglesia alentaba el traer a los
herejes de vuelta al redil. Las denuncias más fuertes de herejía y
las penas más fuertes para la herejía fueron las del estado, que
usualmente tomaba la traición por herejía como ofensa capital. Mucha
gente se sorprende al descubrir que en el sigo XVI en el norte de
Europa, por ejemplo, la inmensa mayoría de los juicios por herejía
fueron civiles [8].
Inquisiciones
Eclesiales
Las
inquisiciones eclesiales, que fueron locales y no centralizadas en la
era medieval, difieren del modelo básico (mencionado arriba) en
varias formas [9]. Cuando los inquisidores de la Iglesia llegaban a
un área, su presencia era anunciada públicamente. Los inquisidores
de la Iglesia, a diferencia de los inquisidores civiles, tenían el
objetivo primordial de reconciliar a los cristianos obstinados con la
Iglesia. La reconciliación era la la mejor solución al problema de
la herejía. El objetivo era terapéutico, no vengativo. Los
inquisidores anunciaban inmediatamente un “periodo de gracia”
oficial durante el cual confesiones voluntarias de herejía y
reconciliación con la Iglesia podían llevarse a cabo. Este periodo
de tiempo era usualmente de dos semanas a dos meses. Las confesiones
voluntarias no tenían consecuencias a excepción de las penitencias
normales por haber pecado.
Después
del periodo de gracia, un hombre acusado oficialmente de herejía
recibía un juicio secreto, aunque todo tenía que ser registrado con
detalle por los inquisidores. El acusado, por temor a las
represalias, no sabía el nombre de sus acusadores pero se le
permitía hacer una lista de sus enemigos personales. El testimonio de
cualquier testigo que se encontrara en la “lista de enemigos” era
considerado inválido. Las reglas de la “plena prueba” eran las
mismas. Aunque los inquisidores eclesiales hicieron uso de la tortura
para obtener la plena prueba, consideraban que dolor físico,
necesario para obtener una confesión era preferible a la posibilidad
de la condenación eterna. Aun así, era usado con extremada
moderación y el dolor infligido era menos severo que las técnicas
usadas por la autoridad civil. Al igual que en las inquisiciones
civiles, una confesión que no era repetida después libremente no
era considerada válida. Si un hombre eventualmente confesaba y se
reconciliaba con la Iglesia, las únicas sentencias eran penitencias
temporales como ayunar o vestir ropa especial. Los dolores o
inconvenientes experimentados durante el juicio podían ser
considerados “tiempo de servicio” y las penitencias finales
disminuían a causa de ello.
La inmensa mayoría de
los casos resultaban en reconciliación con la Iglesia, que era el
objetivo principal de los inquisidores. Los inquisidores eclesiales
no podían sentenciar a alguien a muerte, incluso si era encontrado
culpable y se negaba a arrepentirse. Las personas que persistían en
sus herejías y se negaban a arrepentirse, podrían ser entregadas al
estado para que por lo menos la paz en la sociedad pudiera ser
preservada. Cuando esto ocurría, la Iglesia perdía poder sobre el
hombre condenado y el estado hacía con él lo que le placiera. En
varias ocasiones, la Iglesia se opuso a las acciones del estado sobre
estos hombres.
Procedimientos
inquisitoriales particulares para tratar con la herejía se
originaron en la Edad Media tardía como respuesta a las crecientes
herejías cátara y albigense [10]. En el Concilio de Verona en
1184, el Papa Lucio III encomendó a los obispos locales la tarea de
descubrir a los herejes. A pesar del decreto del Papa Lucio III, los
esfuerzos para tratar el problema de la herejía permanecieron
desorganizados. Debido a la amplia divulgación de la herejía
cátara, el orden secular en Europa fue amenazado. Para 1231, el
Papa Gregorio IX deseaba mayor uniformidad de procedimientos, así
que encomendó el asunto de las inquisiciones eclesiales a los
legados papales (representantes). Hombres de las dos nuevas órdenes
mendicantes -los dominicos y los franciscanos- fueron asignados en
grandes cantidades a estas posiciones. Estos legados tenían que
conducir sus inquisiciones con la cooperación del obispo local. Las
inquisiciones eclesiales encargadas por el Papa continuaron de esta
manera, principalmente en Europa central y del sur, hasta
aproximadamente el siglo XV. En esa época los gobernantes seculares
y los obispos locales empezaron a tomar otra vez la tarea de procesar
la herejía.
Estas
inquisiciones eclesiales generales deben ser distinguidas de la
Inquisición Española que fue solicitada en 1481 por los monarcas
católicos de España, Fernando e Isabel, y aprobada por el Papa
Sixto IV. Esta inquisición en particular estaba dirigida a aquellos
judíos y musulmanes que habían aceptado el Bautismo cristiano por
razones sociales pero que continuaban practicando su fe original.
Dado que estaban bautizados como cristianos eran considerados
apóstatas (aquellos que han renunciado a la fe de su Bautismo).
Centralizada bajo un Gran Inquisidor, la Inquisición Española
siguió el mismo procedimiento que las inquisiciones eclesiales
anteriores. Sin embargo, la Inquisición Española sufrió de un
excesivo control por parte del estado y tendió a severidad excesiva.
Continuó en forma modificada hasta la Revolución Española de 1820,
cuando se terminó definitivamente.
El
término Inquisición también se puede referir al Santo Oficio, una
de las Congregaciones de la Curia Romana. Fue organizada en 1542 para
combatir la expansión de la herejía, y fue conocida como la
Inquisición Romana. Le aplicó a los disidentes penas puramente
eclesiásticas (como la excomunión). El Santo Oficio hoy es conocido
como Congregación para la Doctrina de la Fe.
En resumen, las
inquisiciones de la Iglesia no estaban diseñadas para convertir
judíos ni podían quemar protestantes y brujas en la hoguera (las
penas de muerte no podían ser impuestas por los inquisidores
eclesiales). Estas y otras historias acerca de la Inquisición son
leyendas negras esparcidas por algunos protestantes, racionalistas de
la Ilustración y otros anticatólicos por diversas razones.
Al igual que en todos los
sistemas legales y procedimientos de corte, era posible que
ocurrieran abusos en las cortes inquisitoriales. En algunas
ocasiones, esto pasó. Que sucedan abusos es algo que pasa en
cualquier tipo proceso judicial y es algo que la gente debe denunciar
y tomar medidas para remediarlo. Es más, la enseñanza actual de la
Iglesia prohíbe explícitamente la violencia física o moral con el
fin de obtener confesiones o de castigar gente, porque es contrario a
la dignidad de la persona humana (Cf. Catecismo 2297-98). La Iglesia
enseña que tales prácticas no son y no fueron necesarias para
mantener el orden público como algunas personas, desafortunadamente,
pensaron en algún momento.
A medida que nuevas
situaciones y circunstancias se desarrollan, la Iglesia tiene que
desarrollar y aplicar nuevos entendimientos de las leyes morales
objetivas que nos fueron dadas por Dios. A veces ese desarrollo lleva
tiempo. Las enseñanzas del Vaticano II sobre la libertad religiosa,
las enseñanzas de Juan Pablo II sobre la dignidad de la mujer, y las
enseñanzas del Papa Pío XI sobre el comunismo ateo son el resultado
de cerca de 2,000 años de desarrollo doctrinal y necesitan aún de
más desarrollo. Con respecto al procedimiento inquisitorial, los
líderes de la Iglesia estaban tratando de encontrar el equilibrio
entre la dignidad y los derechos de la persona humana y la protección
de la Iglesia y de la sociedad de amenazas reales. La Iglesia todavía
tenía un camino por recorrer, pero al mismo tiempo estaba muy por
delante de los gobiernos civiles.
De nuevo, en esa época,
el juicio inquisitorial era el único tipo de proceso en Europa. Como
en cualquier sistema legal, incluso en el de los Estados Unidos,
desarrollar nuevas y más humanísticas prácticas lleva tiempo.
[1]
Edward Peters,Inquisition(Berkeley:
University of California Press, 1989), 68.
[2] Ibid.,
65.
[3] Ibid.,
65.
[4]
“Herejía” es una palabra que proviene del griego “elegir”.
Aquí significa una opinión sostenida por un bautizado cristiano
(los no cristianos no pueden ser herejes por definición) que era
voluntaria, errónea, pública y persistente. Forzar a la gente a
convertirse al cristianismo es (y era) estrictamente prohibido por
las enseñanzas de la Iglesia, pero disciplinar a los cristianos
bautizados es aceptable.
[5] Cf. Peters, 43, 46.
[6] Ibid.,
44.
[7]
Algunos monarcas desafiaron abiertamente a la Iglesia tomando el
control de las inquisiciones de la Iglesia. Ibid.,
102.
[8]
“Una buena parte de la historia de la inquisición se ha escrito
como si los inquisidores papales fueron los únicos perseguidores
ardientes de presuntos delincuentes en Europa del siglo XIII. De
hecho, fueron siempre menos numerosos, y a menudo menos ardiente, que
los funcionarios judiciales de los poderes seculares” (ibid.,
57).
[9]
Ibid.,
64-67.
[10]
La herejía albigense era en realidad una forma de la herejía
condenada por la Iglesia primitiva llamada Maniqueísmo, que
rechazaba el cuerpo y al mundo físico como malvados. Este odio del
cuerpo se expresaba alternativamente en un ascetismo fanático que
prohibía el matrimonio y alentaba el suicidio y la actividad sexual
desenfrenada.
Tomado y traducido de: http://www.cuf.org/2000/03/the-role-of-the-inquisition-in-europe/
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