miércoles, 1 de mayo de 2013

El papel de la Inquisición en Europa


Pregunta: ¿Qué fue la Inquisición?

Respuesta: La Inquisición fue un procedimiento judicial usado en las cortes medievales de Europa.

Discusión: Antes de discutir sobre las cortes de la Inquisición es importante tener un entendimiento de la historia y del contexto de estas cortes. Es también de ayuda no aproximarse al tema como si nunca nadie hubiera abusado del sistema o como si el sistema no hubiera necesitado mejora. La Iglesia y su fe son distintas de un procedimiento de las cortes, algunos aspectos de los procesos inquisitoriales son condenados por la Iglesia. Uno no necesita necesariamente defender el procedimiento legal para defender a la Iglesia.

Nunca hubo una sola inquisición a la cual el término “La Inquisición” pudiera aplicarse [1]. Todas las cortes en Europa en la era medieval eran inquisitoriales, independientemente de si eran civiles (del estado) o eclesiales (de la Iglesia). Así que si tú vivías en París, la Arquidiócesis de París podía tener una inquisición y la ciudad de París y/o el país de Francia podían tener una inquisición separada. El proceso inquisitorial de juicio fue derivado de leyes y procedimientos antiguos romanos y pre-cristianos, y no había otra forma de proceso judicial en Europa en ese momento. Todas las personas acusadas de algún crimen eran procesados por inquisición.

Procedimiento Inquisitorial

Las cortes inquisitoriales eran gobernadas, justo como las cortes modernas lo son, por normas de procedimiento estrictas. Las leyes y manuales para los inquisidores eran emitidos por las autoridades civiles o eclesiásticas para autorizar y limitar todos los procesos. Había protocolos y protecciones rigurosamente definidos para los acusados. Registros detallados de evidencia, testimonios, juicios, castigos y otros actos de la corte tenían que guardarse, al igual que en nuestros días. Una premisa básica de las cortes inquisitoriales era que nadie podía ser condenado sin plena prueba. En contraste, los sistemas legales comunes de los Estados Unidos requiere prueba “más allá de duda razonable” para que los criminales sean condenados. Esto no es prueba plena y en ocasiones permite condenas equivocadas. Sin embargo, para la mente medieval, cualquier cosa que careciera de plena prueba no tenía suficiente evidencia para condenar.

Había dos formas de “plena prueba” bajo las cuales podían los hombres ser condenados. La primera era la confesión del crimen; la segunda era el testimonio independiente de testigos visuales. Ninguna otra cosa era considerada “plena prueba” y ninguna cantidad de evidencia podría añadir algo a la “plena prueba”[2]. Por ejemplo, si yo escuchara un disparo en una casa y entrara en ella y encontrara que:
  • El Sr. López está sosteniendo un arma humeante
  • El Sr. López está sobre un cadáver.
  • Indicios de forcejeo específicamente entre el Sr. López y el difunto
  • El Sr. López no tenía coartada
  • El Sr. López tenía un fuerte y muy conocido motivo
  • El Sr. López estaba actuando anormalmente como si sintiera culpa
  • El Sr. López no podría ser condenado bajo esa evidencia mientras no confesara y no hubiera testigos visuales del asesinato.

Sin la “plena prueba” la corte estaba forzada a tomar una difícil decisión  El acusado podría ser exonerado por falta de evidencia, lo que era común. Si, sin embargo, la corte creía que el acusado era probablemente culpable (dada la cantidad o calidad de evidencia), podrían decidir buscar una confesión a través del uso controlado de dolor físico. Ninguna confesión sería considerada válida si, sin embargo, no fuera repetida después libremente sin la presión del dolor [3]. La sensibilidad moderna, por supuesto, siente repulsión por esto. Infligir un dolor para sacar una confesión del acusado es considerado bárbaro e innecesariamente cruel. Por otro lado, debemos recordar que nuestros propios procedimientos judiciales podrían parecer crueles y bárbaros a los inquisidores medievales. Condenar a un hombre con evidencia que no llega a la “plena prueba” sería percibido como extremadamente injusto.

¿Cómo funcionaban los procedimientos inquisitoriales? Un ciudadano podía acusar a otro ciudadano de un crimen  Si había evidencia de un crimen  el acusado sería llamado y la corte preguntaría si tenía algo que confesar antes de que fuera formalmente acusado. Si el hombre estaba acusado de un crimen tendría permitida la oportunidad de confesar. Si no confesaba, los testigos eran llamados. So los testigos oculares demostraban su culpa, era condenado. Si no había testigos visuales, pero había suficiente evidencia para llevar a la corte a creer que el hombre probablemente había cometido el delito, la corte ordenaría la aplicación de una tortura. Si el hombre confesaba estando bajo tortura, se le daba atención adecuada y luego se le pedía que confesara sin el miedo o el dolor. Si confesaba era condenado. Si no lo hacía no era condenado.

El problema de la herejía

En tiempos antiguos, la herejía obstinada [4] era usualmente manejada con simple excomunión y evitación del hereje. Al ir creciendo la Iglesia y al recibir el cristianismo protección contra la persecución, los grupos heréticos se volvieron más grandes y organizados. También se volvieron más peligrosos. La herejía obstinada ponía en peligro el alma individual, la pureza de la fe y la seguridad de la comunidad. En estos tiempos la gente iría literalmente a la guerra por diferencias teológicas sutiles, así que la herejía no era un problema meramente teórico. Algunos herejes eran violentos, y la oposición secular a la herejía era a menudo más fuerte que la oposición oficial de la Iglesia. [5]

Debido a los actos, a veces violentos, de las autoridades seculares, algunas de las autoridades de la Iglesia creyeron necesario encontrar maneras de:
a) Persuadir a los herejes para que se reconciliaran con la Iglesia,o
b)Cuando la persuasión fallara, forzar a los herejes, a través de medidas disciplinares, a que se reconciliaran con la Iglesia con el fin de proteger a la comunidad [6].
Si la Iglesia no tomaba estas precauciones, ellos creían que las calles se desbordarían de sangre.

Para hacer el problema más complicado, en la era medieval la mayoría de los pueblos europeos eran considerados predominantemente católicos y gobernados por católicos. El Catolicismo era la religión del estado de muchos países por decreto del rey, y la herejía obstinada era considerada un crimen contra el estado (traición). Esta era una decisión de estado en la cual desafortunadamente la Iglesia jugó un papel mínimo o nulo [7]. La actitud tomada por la Iglesia en la cual el objetivo principal era devolver a los herejes a la fe cristiana no fue muy frecuentemente compartida por el estado. Los reyes consideraban al Papa como “laxo” porque la Iglesia alentaba el traer a los herejes de vuelta al redil. Las denuncias más fuertes de herejía y las penas más fuertes para la herejía fueron las del estado, que usualmente tomaba la traición por herejía como ofensa capital. Mucha gente se sorprende al descubrir que en el sigo XVI en el norte de Europa, por ejemplo, la inmensa mayoría de los juicios por herejía fueron civiles [8].

Inquisiciones Eclesiales

Las inquisiciones eclesiales, que fueron locales y no centralizadas en la era medieval, difieren del modelo básico (mencionado arriba) en varias formas [9]. Cuando los inquisidores de la Iglesia llegaban a un área, su presencia era anunciada públicamente. Los inquisidores de la Iglesia, a diferencia de los inquisidores civiles, tenían el objetivo primordial de reconciliar a los cristianos obstinados con la Iglesia. La reconciliación era la la mejor solución al problema de la herejía. El objetivo era terapéutico, no vengativo. Los inquisidores anunciaban inmediatamente un “periodo de gracia” oficial durante el cual confesiones voluntarias de herejía y reconciliación con la Iglesia podían llevarse a cabo. Este periodo de tiempo era usualmente de dos semanas a dos meses. Las confesiones voluntarias no tenían consecuencias a excepción de las penitencias normales por haber pecado.

Después del periodo de gracia, un hombre acusado oficialmente de herejía recibía un juicio secreto, aunque todo tenía que ser registrado con detalle por los inquisidores. El acusado, por temor a las represalias, no sabía el nombre de sus acusadores pero se le permitía hacer una lista de sus enemigos personales. El testimonio de cualquier testigo que se encontrara en la “lista de enemigos” era considerado inválido. Las reglas de la “plena prueba” eran las mismas. Aunque los inquisidores eclesiales hicieron uso de la tortura para obtener la plena prueba, consideraban que dolor físico, necesario para obtener una confesión era preferible a la posibilidad de la condenación eterna. Aun así, era usado con extremada moderación y el dolor infligido era menos severo que las técnicas usadas por la autoridad civil. Al igual que en las inquisiciones civiles, una confesión que no era repetida después libremente no era considerada válida. Si un hombre eventualmente confesaba y se reconciliaba con la Iglesia, las únicas sentencias eran penitencias temporales como ayunar o vestir ropa especial. Los dolores o inconvenientes experimentados durante el juicio podían ser considerados “tiempo de servicio” y las penitencias finales disminuían a causa de ello.

La inmensa mayoría de los casos resultaban en reconciliación con la Iglesia, que era el objetivo principal de los inquisidores. Los inquisidores eclesiales no podían sentenciar a alguien a muerte, incluso si era encontrado culpable y se negaba a arrepentirse. Las personas que persistían en sus herejías y se negaban a arrepentirse, podrían ser entregadas al estado para que por lo menos la paz en la sociedad pudiera ser preservada. Cuando esto ocurría, la Iglesia perdía poder sobre el hombre condenado y el estado hacía con él lo que le placiera. En varias ocasiones, la Iglesia se opuso a las acciones del estado sobre estos hombres.
Procedimientos inquisitoriales particulares para tratar con la herejía se originaron en la Edad Media tardía como respuesta a las crecientes herejías cátara y albigense [10]. En el Concilio de Verona en 1184, el Papa Lucio III encomendó a los obispos locales la tarea de descubrir a los herejes. A pesar del decreto del Papa Lucio III, los esfuerzos para tratar el problema de la herejía permanecieron desorganizados. Debido a la amplia divulgación de la herejía cátara, el orden secular en Europa fue amenazado. Para 1231, el Papa Gregorio IX deseaba mayor uniformidad de procedimientos, así que encomendó el asunto de las inquisiciones eclesiales a los legados papales (representantes). Hombres de las dos nuevas órdenes mendicantes -los dominicos y los franciscanos- fueron asignados en grandes cantidades a estas posiciones. Estos legados tenían que conducir sus inquisiciones con la cooperación del obispo local. Las inquisiciones eclesiales encargadas por el Papa continuaron de esta manera, principalmente en Europa central y del sur, hasta aproximadamente el siglo XV. En esa época los gobernantes seculares y los obispos locales empezaron a tomar otra vez la tarea de procesar la herejía.

Estas inquisiciones eclesiales generales deben ser distinguidas de la Inquisición Española que fue solicitada en 1481 por los monarcas católicos de España, Fernando e Isabel, y aprobada por el Papa Sixto IV. Esta inquisición en particular estaba dirigida a aquellos judíos y musulmanes que habían aceptado el Bautismo cristiano por razones sociales pero que continuaban practicando su fe original. Dado que estaban bautizados como cristianos eran considerados apóstatas (aquellos que han renunciado a la fe de su Bautismo). Centralizada bajo un Gran Inquisidor, la Inquisición Española siguió el mismo procedimiento que las inquisiciones eclesiales anteriores. Sin embargo, la Inquisición Española sufrió de un excesivo control por parte del estado y tendió a severidad excesiva. Continuó en forma modificada hasta la Revolución Española de 1820, cuando se terminó definitivamente.

El término Inquisición también se puede referir al Santo Oficio, una de las Congregaciones de la Curia Romana. Fue organizada en 1542 para combatir la expansión de la herejía, y fue conocida como la Inquisición Romana. Le aplicó a los disidentes penas puramente eclesiásticas (como la excomunión). El Santo Oficio hoy es conocido como Congregación para la Doctrina de la Fe.

En resumen, las inquisiciones de la Iglesia no estaban diseñadas para convertir judíos ni podían quemar protestantes y brujas en la hoguera (las penas de muerte no podían ser impuestas por los inquisidores eclesiales). Estas y otras historias acerca de la Inquisición son leyendas negras esparcidas por algunos protestantes, racionalistas de la Ilustración y otros anticatólicos por diversas razones.


Al igual que en todos los sistemas legales y procedimientos de corte, era posible que ocurrieran abusos en las cortes inquisitoriales. En algunas ocasiones, esto pasó. Que sucedan abusos es algo que pasa en cualquier tipo proceso judicial y es algo que la gente debe denunciar y tomar medidas para remediarlo. Es más, la enseñanza actual de la Iglesia prohíbe explícitamente la violencia física o moral con el fin de obtener confesiones o de castigar gente, porque es contrario a la dignidad de la persona humana (Cf. Catecismo 2297-98). La Iglesia enseña que tales prácticas no son y no fueron necesarias para mantener el orden público como algunas personas, desafortunadamente, pensaron en algún momento.

A medida que nuevas situaciones y circunstancias se desarrollan, la Iglesia tiene que desarrollar y aplicar nuevos entendimientos de las leyes morales objetivas que nos fueron dadas por Dios. A veces ese desarrollo lleva tiempo. Las enseñanzas del Vaticano II sobre la libertad religiosa, las enseñanzas de Juan Pablo II sobre la dignidad de la mujer, y las enseñanzas del Papa Pío XI sobre el comunismo ateo son el resultado de cerca de 2,000 años de desarrollo doctrinal y necesitan aún de más desarrollo. Con respecto al procedimiento inquisitorial, los líderes de la Iglesia estaban tratando de encontrar el equilibrio entre la dignidad y los derechos de la persona humana y la protección de la Iglesia y de la sociedad de amenazas reales. La Iglesia todavía tenía un camino por recorrer, pero al mismo tiempo estaba muy por delante de los gobiernos civiles.

De nuevo, en esa época, el juicio inquisitorial era el único tipo de proceso en Europa. Como en cualquier sistema legal, incluso en el de los Estados Unidos, desarrollar nuevas y más humanísticas prácticas lleva tiempo.

[1] Edward Peters,Inquisition(Berkeley: University of California Press, 1989), 68.
[2] Ibid., 65.
[3] Ibid., 65.
[4] “Herejía” es una palabra que proviene del griego “elegir”. Aquí significa una opinión sostenida por un bautizado cristiano (los no cristianos no pueden ser herejes por definición) que era voluntaria, errónea, pública y persistente. Forzar a la gente a convertirse al cristianismo es (y era) estrictamente prohibido por las enseñanzas de la Iglesia, pero disciplinar a los cristianos bautizados es aceptable.
[5] Cf. Peters, 43, 46.
[6] Ibid., 44.
[7] Algunos monarcas desafiaron abiertamente a la Iglesia tomando el control de las inquisiciones de la Iglesia. Ibid., 102.
[8] “Una buena parte de la historia de la inquisición se ha escrito como si los inquisidores papales fueron los únicos perseguidores ardientes de presuntos delincuentes en Europa del siglo XIII. De hecho, fueron siempre menos numerosos, y a menudo menos ardiente, que los funcionarios judiciales de los poderes seculares” (ibid., 57).
[9] Ibid., 64-67.
[10] La herejía albigense era en realidad una forma de la herejía condenada por la Iglesia primitiva llamada Maniqueísmo, que rechazaba el cuerpo y al mundo físico como malvados. Este odio del cuerpo se expresaba alternativamente en un ascetismo fanático que prohibía el matrimonio y alentaba el suicidio y la actividad sexual desenfrenada.


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