Pregunta:
¿Qué
enseña la Iglesia sobre el conocimiento humano de Cristo?
Respuesta:
La
enseñanza constante de la Iglesia es que Cristo, en su intelecto
humano, desde el momento de su concepción, sabía todas las cosas
que un intelecto creado podría saber. Este
tema apunta al gran misterio de la Encarnación, cuando, en la
plenitud de los tiempos, [1] Dios tomó naturaleza humana (Cf. Jn
1,14; Gal 4,4-5). Al hacerlo, nuestro Dios, en la persona de
Jesucristo, se unió a sí mismo en alguna manera con cada persona
humana. A medida que consideramos el misterio de Cristo siendo
completamente humano y completamente divino, nos llenamos de asombro
y alegría. Debido a que Dios está verdaderamente con nosotros , ha
visitado a su Pueblo (Cf. Is 7,14; Mt 1,23; Lc 7,16) ofreciendo
salvación a todas las naciones.
Discusión:
Sólo
Dios sabe
La
Iglesia afirma que la naturaleza humana fue “asumida” y no
“absorbida” en la Encarnación. [2] En su Persona, Cristo es
verdadero Dios y verdadero hombre, no alguna mezcla de lo humano y lo
divino (CEC 464). Al tratar de abordar esta verdad, muchas mentes
grandiosas través de la historia han caído en el error aceptando
sólo una parte de esta magnífica realidad. Mucha gente, hoy en día,
afirmando la humanidad de Cristo han fallado en dejar espacio para la
verdad complementaria de que Cristo es también completamente divino.
De hecho, “con
el racionalismo que reina en gran parte de la cultura contemporánea,
es sobre todo la fe en la divinidad de Cristo lo que constituye un
problema” [3]. En este contexto, examinemos el conocimiento humano
de Cristo. Es legítimo preguntar cómo Dios puede al mismo tiempo
ser uno como nosotros (Cf. Hb 4,15) y saber todo. Sin embargo, la
respuesta a esta pregunta debe ser fiel a la información de la
divina revelación como es consistentemente enseñada por la Iglesia.
Debemos
confesar, como la iglesia ha hecho consistentemente a través de su
historia, que Jesucristo es completamente humano. Esta verdad está
sintetizada en el Catecismo, que cita al documento Gaudium et Spes
del Vaticano II en su número 22: «El
Hijo de Dios [...] trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con
corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo
verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto
en el pecado»
(470)
Aun así, debido a su
naturaleza completamente divina, Cristo tiene un intelecto divino así
como un intelecto humano. Su intelecto humano es limitado por sí
mismo, porque no posee la plena comprensión de la divinidad; eso es
algo que sólo su intelecto divino posee. Aun así el consenso de los
Padres, Papas y Doctores de la Iglesia es que su intelecto humano
tiene constante y habitual conocimiento de todas las cosas que un
intelecto humano puede conocer.
Una visión general de
declaraciones magisteriales demuestra este punto. En el año 600, el
Papa San Gregorio I el Grande afirmó que cualquiera que interpretara
Mc 13,32 como que Cristo no sabía el día ni la hora del Juicio es
necesariamente nestoriano; esto es, alguien que erróneamente
sostiene que Cristo es dos diferentes personas, una humana y una
divina, de tal forma que Él no sabía el día ni la hora sólo como
persona humana. El Papa explicó el significad correcto de este
pasaje, enseñando que “ciertamente en la naturaleza humana sabe
el día y la hora del juicio; sin embargo, no lo sabe por la
naturaleza humana[...], el día y la hora del juicio la saben Dios y
el hombre; pero por la razón de que el hombre es Dios.”[4]
En otras palabras, Cristo como hombre sabía el día y la hora, pero
solo porque es Dios, el cual informó a su naturaleza humana y no por
virtud de su naturaleza humana sola.
Pronunciamientos
Magisteriales
En
1907, el Papa San Pío X rechazó la proposición modernista de que
“Cristo no tuvo siempre conciencia de su dignidad mesiánica.”
[5] En 1918, el Santo Oficio condenó las proposiciones de que Cristo,
mientras estuvo en la Tierra, no tenía conocimiento de la felicidad
beatífica en el cielo y que era ignorante de algunas cosas que un
intelecto creado podía saber potencialmente. En 1943, el Papa Pío
XII afirmó que “en
virtud de aquella visión beatífica de que disfrutó, apenas
recibido en el seno de la Madre de Dios, tiene siempre y
continuamente presentes a todos los miembros del Cuerpo místico y
los abraza con su amor salvífico.” [6]
En
su humanidad, el Señor creció, aprendió, tuvo emociones humanas,
oró y sufrió. No obstante, todos estos atributos humanos pertenecen
a la Persona Divina. De esta manera, en su humanidad, en su mente
humana y en su voluntad humana, Jesús de Nazareth fue (y es)
consciente de su propia identidad divina. Como enseña el Catecismo:
“Cristo,
siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, tiene una inteligencia y
una voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su
inteligencia y a su voluntad divinas que tiene en común con el Padre
y el Espíritu Santo.”(482). De
hecho, “debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona
del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en
plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a
revelar (cf.Mc8,31;
9,31; 10, 33-34; 14,18-20. 26-30). Lo que reconoce ignorar en este
campo (cf.Mc
13,32),
declara en otro lugar no tener misión de revelarlo (cf.Hch1,
7).”(CEC 474) Esto significa que Jesús sabía todo como Dios, pero
sólo reveló lo que había sido enviado a revelar por el Padre.
Dios-hombre
con una misión
Incluido
en el conocimiento humano del Dios encarnado estaba el propósito de
su venida: morir por los pecados de todos ( su
Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación [CEC 607]).
“La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una
desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio
del designio de Dios” (CEC 599). Unido con el Padre, Cristo se da a
sí mismo a la muerte por nosotros, “hasta el punto de poder decir
en nuestro nombre en la cruz: 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?´”(CEC 603) Debemos notar que el grito es dicho “en
nuestro nombre”, el mismo Jesús nunca experimenta abandono del
Padre.
¿Y
qué hay de Lc 2,52, que declara que Cristo crecía en “sabiduría,
en estatura y en gracia”? De acuerdo a Santo Tomás de Aquino, un
progreso real no era posible para Cristo en su conocimiento beatífico
y en su ciencia infusa, ya que éstas contenían desde el principio
todas las cosas que podrían ser conocidas por un intelecto creado.
Sin embargo, Cristo como hombre tuvo conocimiento experimental, pero
este conocimiento no sería nuevo en contenido sino en la forma de
adquirirlo. El hecho de que Cristo crecía en “sabiduría y en
estatura” no significa que ganara nuevo conocimiento que no tuviera
anteriormente, sino más bien que adquirió en una forma diferente
conocimiento que ya poseía. [7]
El Papa Juan Pablo II
explica este misterio de esta manera:
“Aunque
sea lícito pensar que, por su condición humana que lo hacía crecer
« en sabiduría, en estatura y en gracia » (Lc
2,52),
la conciencia humana de su misterio progresa también hasta la plena
expresión de su humanidad glorificada, no hay duda de que ya en su
existencia terrena Jesús tenía conciencia de su identidad de Hijo
de Dios. Juan lo subraya llegando a afirmar que, en definitiva, por
esto fue rechazado y condenado. En efecto, buscaban matarlo, «
porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su
propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios » (Jn
5,18).
En el marco de Getsemaní y del Gólgota, la conciencia humana de
Jesús se verá sometida a la prueba más dura. Pero ni siquiera el
drama de la pasión y muerte conseguirá afectar su serena seguridad
de ser el Hijo del Padre celestial.
(Novo Millennio Ineunte 24)
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[1] Encíclia del Papa
Pío XI sobre el Comunismo Ateo Divini Redemptoris (Marzo
19,1937), no. 1
[2] Símbolo Atanasiano
[3] Papa Juan Pablo II,
Carta Aposólica Novo Millennio Inuente (Enero 6, 2001), no. 22.
[4] San Gregorio Magno,
Epístola 39 a Eulogio, Patriarca de Alejandría.
[5] Papa San Pío X,
Lamentabili Sane (Julio 3, 1907), no. 35.
[6] Papa Pío XII,
Encíclica Mystici Corporis Christi (Junio 29, 1943), no. 75.
[7]
Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, IIIa, q. 12, a. 2.
Tomado y traducido de: http://www.cuf.org/2004/04/the-human-knowledge-of-christ/
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