jueves, 2 de mayo de 2013

El Conocimiento humano de Cristo


Pregunta: 

¿Qué enseña la Iglesia sobre el conocimiento humano de Cristo?

Respuesta:

La enseñanza constante de la Iglesia es que Cristo, en su intelecto humano, desde el momento de su concepción, sabía todas las cosas que un intelecto creado podría saber. Este tema apunta al gran misterio de la Encarnación, cuando, en la plenitud de los tiempos, [1] Dios tomó naturaleza humana (Cf. Jn 1,14; Gal 4,4-5). Al hacerlo, nuestro Dios, en la persona de Jesucristo, se unió a sí mismo en alguna manera con cada persona humana. A medida que consideramos el misterio de Cristo siendo completamente humano y completamente divino, nos llenamos de asombro y alegría. Debido a que Dios está verdaderamente con nosotros , ha visitado a su Pueblo (Cf. Is 7,14; Mt 1,23; Lc 7,16) ofreciendo salvación a todas las naciones.

Discusión:
Sólo Dios sabe

La Iglesia afirma que la naturaleza humana fue “asumida” y no “absorbida” en la Encarnación. [2] En su Persona, Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre, no alguna mezcla de lo humano y lo divino (CEC 464). Al tratar de abordar esta verdad, muchas mentes grandiosas través de la historia han caído en el error aceptando sólo una parte de esta magnífica realidad. Mucha gente, hoy en día, afirmando la humanidad de Cristo han fallado en dejar espacio para la verdad complementaria de que Cristo es también completamente divino. De hecho, “con el racionalismo que reina en gran parte de la cultura contemporánea, es sobre todo la fe en la divinidad de Cristo lo que constituye un problema” [3]. En este contexto, examinemos el conocimiento humano de Cristo. Es legítimo preguntar cómo Dios puede al mismo tiempo ser uno como nosotros (Cf. Hb 4,15) y saber todo. Sin embargo, la respuesta a esta pregunta debe ser fiel a la información de la divina revelación como es consistentemente enseñada por la Iglesia.

Debemos confesar, como la iglesia ha hecho consistentemente a través de su historia, que Jesucristo es completamente humano. Esta verdad está sintetizada en el Catecismo, que cita al documento Gaudium et Spes del Vaticano II en su número 22: «El Hijo de Dios [...] trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado» (470)


Aun así, debido a su naturaleza completamente divina, Cristo tiene un intelecto divino así como un intelecto humano. Su intelecto humano es limitado por sí mismo, porque no posee la plena comprensión de la divinidad; eso es algo que sólo su intelecto divino posee. Aun así el consenso de los Padres, Papas y Doctores de la Iglesia es que su intelecto humano tiene constante y habitual conocimiento de todas las cosas que un intelecto humano puede conocer.
Una visión general de declaraciones magisteriales demuestra este punto. En el año 600, el Papa San Gregorio I el Grande afirmó que cualquiera que interpretara Mc 13,32 como que Cristo no sabía el día ni la hora del Juicio es necesariamente nestoriano; esto es, alguien que erróneamente sostiene que Cristo es dos diferentes personas, una humana y una divina, de tal forma que Él no sabía el día ni la hora sólo como persona humana. El Papa explicó el significad correcto de este pasaje, enseñando que “ciertamente en la naturaleza humana sabe el día y la hora del juicio; sin embargo, no lo sabe por la naturaleza humana[...], el día y la hora del juicio la saben Dios y el hombre; pero por la razón de que el hombre es Dios.”[4] En otras palabras, Cristo como hombre sabía el día y la hora, pero solo porque es Dios, el cual informó a su naturaleza humana y no por virtud de su naturaleza humana sola.


Pronunciamientos Magisteriales

En 1907, el Papa San Pío X rechazó la proposición modernista de que “Cristo no tuvo siempre conciencia de su dignidad mesiánica.” [5] En 1918, el Santo Oficio condenó las proposiciones de que Cristo, mientras estuvo en la Tierra, no tenía conocimiento de la felicidad beatífica en el cielo y que era ignorante de algunas cosas que un intelecto creado podía saber potencialmente. En 1943, el Papa Pío XII afirmó que “en virtud de aquella visión beatífica de que disfrutó, apenas recibido en el seno de la Madre de Dios, tiene siempre y continuamente presentes a todos los miembros del Cuerpo místico y los abraza con su amor salvífico.” [6]

En su humanidad, el Señor creció, aprendió, tuvo emociones humanas, oró y sufrió. No obstante, todos estos atributos humanos pertenecen a la Persona Divina. De esta manera, en su humanidad, en su mente humana y en su voluntad humana, Jesús de Nazareth fue (y es) consciente de su propia identidad divina. Como enseña el Catecismo: “Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, tiene una inteligencia y una voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad divinas que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo.”(482). De hecho, “debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar (cf.Mc8,31; 9,31; 10, 33-34; 14,18-20. 26-30). Lo que reconoce ignorar en este campo (cf.Mc 13,32), declara en otro lugar no tener misión de revelarlo (cf.Hch1, 7).”(CEC 474) Esto significa que Jesús sabía todo como Dios, pero sólo reveló lo que había sido enviado a revelar por el Padre.

Dios-hombre con una misión

Incluido en el conocimiento humano del Dios encarnado estaba el propósito de su venida: morir por los pecados de todos ( su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación [CEC 607]). “La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios” (CEC 599). Unido con el Padre, Cristo se da a sí mismo a la muerte por nosotros, “hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?´”(CEC 603) Debemos notar que el grito es dicho “en nuestro nombre”, el mismo Jesús nunca experimenta abandono del Padre.

¿Y qué hay de Lc 2,52, que declara que Cristo crecía en “sabiduría, en estatura y en gracia”? De acuerdo a Santo Tomás de Aquino, un progreso real no era posible para Cristo en su conocimiento beatífico y en su ciencia infusa, ya que éstas contenían desde el principio todas las cosas que podrían ser conocidas por un intelecto creado. Sin embargo, Cristo como hombre tuvo conocimiento experimental, pero este conocimiento no sería nuevo en contenido sino en la forma de adquirirlo. El hecho de que Cristo crecía en “sabiduría y en estatura” no significa que ganara nuevo conocimiento que no tuviera anteriormente, sino más bien que adquirió en una forma diferente conocimiento que ya poseía. [7]

El Papa Juan Pablo II explica este misterio de esta manera:

Aunque sea lícito pensar que, por su condición humana que lo hacía crecer « en sabiduría, en estatura y en gracia » (Lc 2,52), la conciencia humana de su misterio progresa también hasta la plena expresión de su humanidad glorificada, no hay duda de que ya en su existencia terrena Jesús tenía conciencia de su identidad de Hijo de Dios. Juan lo subraya llegando a afirmar que, en definitiva, por esto fue rechazado y condenado. En efecto, buscaban matarlo, « porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios » (Jn 5,18). En el marco de Getsemaní y del Gólgota, la conciencia humana de Jesús se verá sometida a la prueba más dura. Pero ni siquiera el drama de la pasión y muerte conseguirá afectar su serena seguridad de ser el Hijo del Padre celestial. (Novo Millennio Ineunte 24)


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[1] Encíclia del Papa Pío XI sobre el Comunismo Ateo Divini Redemptoris (Marzo 19,1937), no. 1
[2] Símbolo Atanasiano
[3] Papa Juan Pablo II, Carta Aposólica Novo Millennio Inuente (Enero 6, 2001), no. 22.
[4] San Gregorio Magno, Epístola 39 a Eulogio, Patriarca de Alejandría.
[5] Papa San Pío X, Lamentabili Sane (Julio 3, 1907), no. 35.
[6] Papa Pío XII, Encíclica Mystici Corporis Christi (Junio 29, 1943), no. 75.
[7] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, IIIa, q. 12, a. 2.

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