Cristo
descendió a los infiernos
Pregunta:
Cada
vez que recitamos el Credo de los Apóstoles, proclamamos nuestra
creencia de que Cristo descendió a los “infiernos” después de
su muerte. ¿Pero no es el infierno un lugar de tormento eterno para
los condenados? ¿Cristo descendió verdaderamente a este infierno de
condenación eterna o hay algún otro sentido en que la Iglesia
entiende la palabra “infierno”?
Respuesta:
La
palabra “infierno” describe dos lugares diferentes en la Biblia.
El primero, al que se refiere el Credo de los Apóstoles, es el Hades
(Ap 20,14) o “morada de los muertos”, el lugar en el que Cristo
habló a los espíritus encarcelados después de su muerte (1 P
3,18-19:4,6; CEC 632-35). Este primer infierno es también conocido
como el “limbo de los padres”. El más comúnmente conocido
“infierno de la condenación (CEC 633) o Gehenna (Mt 10,28) es el
lugar al que van aquellos que murieron en pecado mortal, separados
eternamente por autoexclusión de Dios y de los bienaventurados. (CEC
1033-37). El Hades fue vaciado después del descenso de Cristo, los
justos fueron al cielo y los malvados al infierno eterno.
Discusión
Antes de la muerte y
resurrección de Cristo, las puertas del cielo estaban cerradas a
todos los que habían muerto debido a que la redención no había
llegado todavía al mundo para expiar el pecado original de Adán.
Todos los muertos iban a los “infiernos” o “morada de los
muertos”, Sheol en hebreo o Hades en griego. Todas las almas, ya
fueran justas o injustas, iban a este infierno y estaban “privados
de la visión de Dios” (CEC 633). No todos compartían la misma
suerte en el Hades, como enseña la parábola de Cristo sobre el
pobre Lázaro (Lc 16,22-26; CEC 633). Cuando Cristo murió, descendió
al Hades para predicar a los muertos (1 P 4,6), liberando a los
justos que le habían precedido (CEC 633). No fue ahí para liberar
a los condenados ni para destruir el infierno de la condenación.
Cristo envió a los condenados a la perdición eterna.
Así
que, el descenso a los infiernos referido en el Credo afirma dos
verdades doctrinales: Cristo realmente murió, (entró en la morada
de los muertos) y cumplió su misión salvadora para todos los
tiempos y todas las personas, rescatando incluso a aquellos que
habían muerto antes de su nacimiento. El autor de la carta a los
Hebreos aclara que ser un sumo sacerdote fiel era necesario que Cristo
se asemejara en todo a sus hermanos, excepto en el pecado (cf. Hb
2,17; 4,15; 1P 2,22). Así, la experiencia de Cristo de la muerte y
descenso a la morada de los muertos era necesaria para la salvación
de todos los justos.
Por medio de la
resurrección de Cristo de entre los muertos y la ascensión al cielo,
él abrió las puertas del cielo que habían estado cerradas desde el
destierro del Edén (cf. Gn 3,23-24). Habiendo conquistado a la
muerte y al pecado, Cristo tiene “las llaves de la muerte y del
Hades” (Ap 1,18), el poder de liberar a los hombres de la paga del
pecado, aquí en la tierra y en el purgatorio.
Tomado y traducido de: http://www.cuf.org/2004/04/christs-descent-into-hell/
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