Pregunta:
¿Qué
enseña la Iglesia Católica sobre la inerrancia bíblica?
Respuesta:
“Inerrancia”
significa simplemente el estar libre de error. La Iglesia Católica
siempre ha enseñado que la Sagrada Escritura es inerrante. Dado que
todos los libros de la Biblia fueron compuestos por autores humanos
que estaban “inspirados” por el Espíritu Santo (1Tm 3,16; 2P
1,19-21; 3,15-16), tiene realmente a Dios como su autor, y comunican
sin error la verdad salvadora de Nuestro Padre Celestial.
Discusión:
Muchos
cristianos se escandalizan hoy cuando escuchan que alguien dice que
Jesús no multiplicó realmente los panes y los peces para las 5,000
personas en una montaña en Galilea. Algunos eruditos contemporáneos
dicen que lo que este Evangelio cuenta en Jn 6,1-14 fue una simple
historia hecha por la comunidad cristiana primitiva con el fin de
expresar el mensaje de Cristo de la importancia de compartir y servir
a aquellos que lo necesitan. Especulan que la narración de Jesús
multiplicando milagrosamente los panes y los peces no fue de hecho un
evento que ocurrió en la historia. Este tipo de interpretación de
la Biblia lanza dudas sobre la fiabilidad de las Escrituras: ¿Es la
Biblia una fuente confiable para conocer la verdad?¿O es simplemente
una colección de escritos que contienen algunas verdades religiosas
junto a un número de exageraciones, errores y fabricaciones?
¿Qué
enseña la Iglesia Católica?
La Iglesia Católica
enseña que la Sagrada Escritura es verdaderamente la Palabra de Dios.
Por medio de la Biblia, Dios se revela a sí mismo, comunica su plan
de salvación y nos llama a una relación con Él.
La Iglesia ha enseñado
siempre que nos podemos aproximar a las Escrituras con una confianza
sólida como roca porque están inspiradas por Dios mismo y, por lo
tanto, no contienen error. Esta inerrancia es un gran don porque da a
la Biblia una credibilidad en la cual podemos basar nuestras vidas.
Dios inspiró las Escrituras con el fin de darnos una fuente
completamente confiable sobre lo que debemos creer y cómo debemos
actuar. Cuando es leída en la Tradición viva de la Iglesia y en las
enseñanzas magisteriales, la Biblia es una guía segura para
nuestras vidas.
La
base para la enseñanza de la Iglesia sobre la inerrancia bíblica es
la inspiración.
Aquí debemos recordar que la Biblia es diferente a cualquier libro.
Es único porque tiene un autor único: el mismo Dios. Como dice San
Pablo, "toda
Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir,
para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se
encuentra perfecto y preparado para toda obra buena." (2Tm 3,16-17).
Inspiración
significa literalmente “respirado por Dios”. Esta es la razón
por la que la Iglesia enseña que las Escrituras tienen a Dios como
autor. Dios trabajó por medio de escritores humanos que
“escribieron,
como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería.” (Dei
Verbum 11). Así, mientras que los escritores humanos hicieron uso
pleno de sus propias habilidades y capacidades, estaban al mismo
tiempo inspirados por el Espíritu Santo de manera que las palabras
de la Escritura fueran escritas exactamente en la manera que Dios lo
planeó. De hecho, las Escrituras contienen las palabras de Dios
expresadas con palabras humanas (Íbid, 13).
Dado
que las palabras de la Escritura son inspiradas por Dios mismo, la
Iglesia siempre ha enseñado que cada parte de la Biblia está libre
de error. De otra manera, un error en la Biblia tendría que ser atribuido a Dios, que es la Verdad Suprema y no puede engañar ni
engañarse. El Papa León XIII en su encíclica Providentissimus
Deus
explicó: "Está tan lejos de la divina inspiración el admitir error,
que ella por sí misma no solamente lo excluye en absoluto, sino que
lo excluye y rechaza con la misma necesidad con que es necesario que
Dios, Verdad suma, no sea autor de ningún error. Tal
es la antigua y constante creencia de la Iglesia”(No. 45,46) El
Papa Pío XII reafirmó la inerrancia de la Biblia en su encíclica
Divino
Afflante Spiritu. Comparó
la inerrancia de la Biblia con Cristo libre de pecado: “Porque así
como el Verbo sustancial de Dios se hizo semejante a los hombres en
todas las cosas, excepto
el pecado (Heb
4,15),
así también las palabras de Dios, expresadas en lenguas humanas, se
hicieron semejantes en todo al humano lenguaje, excepto el error.“
(no. 24)
El
Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica de la misma manera
afirman el hecho de que la inspiración divina de las Escrituras no
deja espacio para ningún error en la Biblia: “Pues,
como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe
tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que
los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin
error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para
nuestra salvación.”(DV
11)
¿Está
limitada la inerrancia a temas de fe y moral?
A
pesar de estas afirmaciones explícitas sobre la inerrancia de la
Biblia, algunos han enseñado que la inerrancia está restringida
únicamente a “asuntos religiosos”, argumentando que la Biblia
está libre de error cuando se trata de problemas de fe y moral. Sin
embargo, cuando se trata de temas no religiosos de historia o
detalles de fondo, estos críticos argumentan que Dios puede haber
permitido existir errores humanos junto a las verdades religiosas.
Pero
esta posición ha sido refutada repetidamente por la Iglesia porque
limita necesariamente la inspiración divina de los textos sagrados.
León XIII explicó que la inspiración y la inerrancia no se pueden
limitar solamente a asuntos religiosos de la Biblia: “Lo que de
ninguna manera puede hacerse es limitar la inspiración a solas
algunas partes de las Escrituras o conceder que el autor sagrado haya
cometido error. Ni se debe tolerar el proceder de los que tratan
de evadir estas dificultades concediendo que la divina
inspiración se limita a las cosas de fe y costumbres y nada más”
(Providentissimus
Deus 45). La
Biblia debe, por lo tanto, ser inerrante no sólo en las “verdades
religiosas”, sino en todas sus afirmaciones.
El
Papa Benedicto XV en su Spiritus
Paraclitus (1920)
también enfatizó la absoluta inmunidad de error de la Biblia.
Después de condenar cualquier posición que restringiera los así
llamados “elementos religiosos” de la Biblia, cita a San
Jerónimo, el “Padre la la Ciencia Bíblica”, que escribió hacía
más de 1500 años que “lo que de ninguna manera puede hacerse es
limitar la inspiración a solas algunas partes de las Escrituras o
conceder que el autor sagrado haya cometido error.”(No. 20)
Evitando
el Fundamentalismo: El Problema de la Interpretación literal
La
Iglesia enseña que la Biblia es inerrante en todo lo que los
escritores sagrados pretendieron afirmar. La Pontificia Comisión
Bíblica en su documento La
interpretación de la Biblia en la Iglesia hace
la importante distinción entre el sentido
literal
de
la Escritura y la interpretación
literal (fundamentalista).
El sentido literal es “aquel que ha sido expresado directamente por
los autores inspirados”. Para abordar el sentido literal, uno debe
interpretar el texto de acuerdo a las convenciones literales de la
época, considerando la intención del autor, el género literario, y
el contexto histórico. Una lectura fundamentalista ignora estas
consideraciones.
Por ejemplo, cuando
Cristo advierte que es mejor cortar tu mano si te es causa de pecado,
está usando una metáfora literaria. Sin embargo, una lectura
fundamentalista tomaría esta enseñanza de Cristo al pie de la letra
y erróneamente alentaría a cortar porciones del cuerpo que fueran
ocasión de pecado. De manera similar, cuando el Salmo 73 (72),20
habla de Dios despertando, esto no quiere decir que Yahvé duerme en
la noche y se despierta en la mañana, sino que es un lenguaje
figurativo que describe cómo Dios, después de permanecer
aparentemente sin responder a una situación, empieza a tomar acción
como un hombre al levantarse de su sueño.
En cuanto a las ciencias
naturales, la Iglesia enseña que los escritores sagrados no
intentaron enseñar física, astronomía o química. Por ejemplo,
cuando las Escrituras describen al sol moviéndose alrededor de la
tierra [cf. Salmo 19 (18),4-6; Qo 1,5), el escritor sagrado no estaba
tratando de dar lecciones de astronomía. Una aproximación
fundamentalista tendría que negar la información de la ciencia
moderna que muestra que la tierra gira alrededor del sol.
Sin
embargo, los escritores estaban intentando contar lo que sus sentidos
captaban, y lo hicieron de manera precisa. Como explicó León XIII,
“más que intentar en sentido propio la exploración de la
naturaleza, describen y tratan a veces las mismas cosas, o en sentido
figurado o según la manera de hablar en aquellos tiempos, que aún
hoy vige para muchas cosas en la vida cotidiana hasta entre los
hombres más cultos. Y como en la manera vulgar de expresarnos suele
ante todo destacar lo que cae bajo los sentidos, de igual modo el
escritor sagrado —y ya lo advirtió el Doctor Angélico—«se guía
por lo que aparece sensiblemente», que es lo que el mismo Dios, al
hablar a los hombres, quiso hacer a la manera humana para ser
entendido por ellos.” ( Providentissimus
Deus 42).
Comúnmente hablamos de
esta manera. Cuando el hombre del pronóstico del tiempo dice que el
sol saldrá mañana a las 6 a.m., no lo acusamos de una gran
equivocación astronómica. Es certero en esta afirmación porque no
está tratando de enseñarnos acerca del movimiento del sol, sino que
nos dice de lo que aparece a nuestros sentidos usando un lenguaje
figurativo común. De la misma forma, los textos bíblicos que
describen el movimiento del sol alrededor de la tierra son
inerrantes. Los escritores sagrados reportaron sin error lo que
intentaban transmitir- no ciencias naturales, sino lo a parece
realmente a los sentidos.
Estos principios pueden
ser usados para demostrar la inerrancia de otros pasajes bíblicos que
son usualmente acusados de ser erróneos a la luz de la ciencia
moderna.
Tomándose
en serio la Palabra de Dios
De
manera similar, en lo que se refiere a temas de historia, debemos
considerar la intención del escritor. Si el escritor está tratando
de ofrecer una narrativa histórica, entonces la narración provee
una presentación certera de lo que ocurrió verdaderamente en la
historia. Pero es un caso diferente si el escritor está tratando de
incorporar una alegoría o parábola.
Por ejemplo, Lc 10,29-37
nos narra a Jesús contándole a un legista la parábola del “buen
samaritano”. Una interpretación fundamentalista podría sacar esta
parábola de su contexto y concluir que Lucas está reportando un
evento histórico que involucra un “buen samaritano” real que
ayudó a alguien golpeado por salteadores. Sin embargo, cuando esta
escena es leída en su contexto, uno reconoce que Lucas simplemente
está contando una situación en la que Jesús dijo una parábola
como parte de su ministerio de enseñanza. No necesitamos concluir
que hubo en verdadero “buen samaritano”. De lo que podemos estar
seguros, sin embargo, es que Jesús realmente dijo esta parábola que
Lucas reporta.
Volvamos a la narración
de la multiplicación de panes y peces (Jn 6,1-14). Como se mencionó
anteriormente, algunos han malinterpretado este pasaje diciendo que
Jesús realmente no multiplicó los panes y los peces. Más bien,
aseguran que el verdadero milagro fue que Jesús fue capaz de
conseguir que la gente compartiera con aquellos que no tenían
comida. La comunidad cristiana primitiva inventó la parte sobre la
multiplicación de los panes y peces con el fin de expresar el más profundo milagro del compartir.
Además
del hecho de que no hay nada en el pasaje que soporte tal
interpretación [1], esta aproximación a la Biblia simplemente falla
en tomarse en serio la Palabra de Dios. Dado que este pasaje es una
narrativa histórica, podemos tener la certeza de que narra
de manera fidedigna un evento real en la vida de Jesús: su multiplicación
de los panes y peces para alimentar a 5000. No es una leyenda que
surge de la primitiva comunidad cristiana. No es una historia
exagerada basada en verdades parciales. Ya que el escritor sagrado
intentó narrar un evento de la vida de Cristo, la narración entera
y todas sus partes deben ser inerrantes, comunicando fielmente todo lo que el autor quería afirmar dado que “todo
lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse
como afirmado por el Espíritu Santo” (DV 11).
Aquí debemos remarcar
que incluso los pequeños detalles de una narración histórica son
inerrantes. En consecuencia, sabemos que Jesús multiplicó cinco
panes de cebada y dos peces y que 12 canastos de pan sobraron, tal
como la narración nos dice. Lo que puede parecer mera “información
de fondo” es importante porque incluso estos detalles están
inspirados por Dios y por eso son fiables. Además, si un escritor
sagrado pudiera fallar en “pequeños detalles” acerca de la vida
de Jesús, ¿cómo podría confiarse en él sobre cosas de mayor
tamaño que son más difíciles de creer, como por ejemplo la
Resurrección?
Además,
debemos tener en mente que la precisión histórica de un testimonio
era importante para los judíos (por ejemplo, el juicio de Susana en
Dn 13 y las narraciones del juicio de Jesús en el que no podía ser
condenado porque los testimonios no concordaban). Por consiguiente,
podemos esperar estándares similares para los testimonios bíblicos
de la vida de Cristo así como para las narraciones del Antiguo
Testamento.
¿Contradicciones
en la Biblia?
Algunos
dirán que hay contradicciones en la misma Biblia y concluirán que
la Biblia no puede ser 100% inerrante. Por ejemplo, en Mc 2,26 Jesús
dice que Abiatar era el sumo sacerdote cuando David comió el pan de
la presencia, pero en 1S 21,2 dice que Ajimélec era el sacerdote de
esa época. A simple vista, esto parece una evidente contradicción.
Sin embargo, cuando nos damos cuenta que Abiatar era hijo de Ajimélec
(1S 23,6) y que el sumo sacerdocio era compartido por padre e hijo
(cf. Lc 3,2; Jn 18,13), vemos que la afirmación de Jesús es
precisa. Tanto Ajimélec como Abiatar era llamados con el título de
sumo sacerdote como padre e hijo.
Hay docenas de otros
pasajes difíciles en la Biblia que podrían a simple vista parecer
erróneos o contradictorios (muchos de los cuales pueden fácilmente
ser mostrados como conciliables y otros pocos son un poco más
difíciles de entender). Pero debemos recordar que Dios puso
dificultades en los textos sagrados con el fin de hacernos humildes,
de tal forma que pudiéramos confiar más en la inspiración de Dios
de las Escritura que en nuestra propia habilidad para estudiarla. El
Papa Pío XII escribió:
“Dios
con todo intento sembró de dificultades los sagrados libros, que El
mismo inspiró, para que no sólo nos excitáramos con más
intensidad a resolverlos y escudriñarlos, sino también,
experimentando saludablemente los límites de nuestro ingenio, nos
ejercitáramos en la debida humildad.”(Divino Afflante Spiritu,
28).
Al
final, la Iglesia nos llama a adoptar una actitud de reverencia hacia
las Escrituras. San Agustín nunca acusaría a los escritores
sagrados de la más mínima equivocación, incluso en los más
pequeños detalles. Cuando se topó con dificultades en la
Biblia-dificultades que incluso su gran intelecto no pudo resolver-
no concluyó que hubiera error en la Biblia. Más bien, humildemente
aceptó los textos difíciles como verdaderos porque era lo
suficientemente modesto para reconocer sus propias limitaciones al
encararse con la Palabra inspirada e inerrante de Dios. Escribió:
«Yo confieso a vuestra caridad que he aprendido a dispensar a solos
los libros de la Escritura que se llaman canónicos la reverencia y
el honor de creer muy firmemente que ninguno de sus autores ha podido
cometer un error al escribirlos. Y si yo encontrase en estas letras
algo que me pareciese contrario a la verdad, no vacilaría en afirmar
o que el manuscrito es defectuoso, o que el traductor no entendió
exactamente el texto, o que no lo he entendido yo» (Epist.
82,1)
——————————————–
[1 ] Esta interpretación
falla al no tomar en cuenta la conclusión de la escena, cuando la
gente estaba tan sorprendida del milagro de Jesús que querían tomarlo por la fuerza para hacerlo rey (cf. Jn 6,14-15). Alentar a la
gente a ser generosos es difícilmente un acto que pudiera suscitar
el deseo de hacerlo rey. ¡Pero algún tipo de alimentación milagrosa
ciertamente lo haría!
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